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que la naturaleza nos ha brindado. Y
además, se sabe que aquella agua ha si–
do analizada por los químicos
m~s
ex–
perimentados de Francia, y se ha decla–
rado simple y pura con tantos elemen–
tos minerales cuantos se requieren para
diferenoiarla del agua que llueve del cie–
lo. Aún Zola lo reconoce llamándola en
su romance: "agua buena y pura, como
aquella diáfana:que corre en todas las al–
tiplanicies de los Pirineos." .
Hay más: tanto en Lurdes, como en
otros lugares, el milagl'o se efectua aún
fuera del uso de aquella agua:
y
en los
ejemplos citados por nosotros, hemos
visto al Sr. Rudder, á la joven Horeaux
y
á
Delannoy recuperar instantánea–
mente la pierna, la vista y el movimien–
to sin haber probado una sola gota.
Más aún: ni siempre, ni todas, ni de
un mismo modo, sana esta agua las en–
fermedadeg; por consiguiente, no po–
dría admitirse la virtud de sanar en su
natural composición.
Zola más expresamente indica, como
otro argumento, el clima de Lurdes,
con sus influencias y con el misterioso
encanto de sus bellezas.
.t>ero éste vale
tanto como el del agua.
El clima de Lurdes no se ha formado
en 1858, cuan:lo principiaron, con las
apariciones en su gruta, los prodigios.
¿Cómo se explica, pues, que tantos si-