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bien:
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en la gruta, velan en las
iglesias, velan en la fuente, velan
e~
las piscinas, velan orando y suplicando,
muchas veces, por horas y horas. La
hipnosis por consiguiente, ósea el sueño,
entra tanto en el milagro de Lurdes co–
mo el buen sentido natural en la novela
de Emilio Zola.
Por más eficacia que se quiera conce–
der á la sugestión, está fuera de duda la
conclusión de Bernheim, su patrocina–
dor eximio, á saber, que si puede aprove–
char á las enfermedades "funcionales"
de los órganos, nada puede para recons–
tituir su decaimiento y menos su des–
trucción: nada contra la tuberculosis,
nada contra las luxasiones, nada contra
los tumores corrosivos de los tegidos.
Conque ¿qué valor tiene la sugestión
para explicar naturalmente tantas cu–
raciones en Lurdes, mediante la recons–
titución repentina de órganos insana–
blemente gastados? ¿hubiera podido tal
vez la sugestión restituír el movimiento
á Delannoy ó la vista á la Horeau?
XVIII
El mismo Doctor Charcot, patriarca
de la escuela hipnótica, como hombre de
talento
y
experiencia, se vió obligado á
confesar que la sugestión era insuficien–
te para la explicación científica de mu-
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