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sino aún la cualidad y condición de los
males que ahí se sanan, demuestra la
intervención, en Lurdes, de una fuerza
superior á la naturaleza.
Pero hay más: yeslaterapéutica, con
que estas curaciones se logran. En Lur–
des se usan tan sólo dos medios curati–
vos: el agua y la oración. Ahora pues
¿en dónde está la relación naturalmen–
te medicinal entre un baño, un lavato–
rio, una bebida de agua fresca
y
la des–
aparición repentina de una fístula, y
de un tumor? ¿En dónde, entre el rezo
de un
Avemaría
y el inmediato religa–
miento y soldadura de un hueso roto?
¿En dónde, entre un acto exterior de
adoración y la recuperación de la vis–
ta?
Cuanto más la crítica excita á escudri–
ñar las curaciones de Lurdes, en sí y en
sus circunstancias, más hace resaltar
en ellas lo milagroso, es decir la deroga–
ción de las leyes establecidas de la na–
turaleza á los ojos de quien no quiera
renegar de la luz de la inteligencia. Y
bajo este aspecto, Emilío Zola contra
toda su intención, puede reconocerse co–
mo benemérito ilustrador de ello. Su in–
verecunda novela, para quien piensa y
raciocina, no sólo no hará perder la fe al
que la tenga, sino que la har:i adqui
rir al
descreído y creerá en ·el milagro de
L.ur–des.