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XIX

¿De dónde, pues, tanta incredulidad

cont:ra tanta evidencia? alguien se pre–

guntará

á

sí mismo. Nó de no poder sino

de no querer creer; contestamos nos–

otros: y no se quiere creer, porque se tie–

ne miedo de creer. El milagro es acto só–

lo de Dios, autor todopoderoso y Señor

de la creació

n.

Toda obra

4.ue

lleve el sello del mila–

gro, se manif

ie.;t

a abiertamente divina.

Así como un solo milagro basta par

autenticar á la Iglesia como 'divina, así

basta para demostrar como di vinas las

apariciones de la Virgen en la gruta de

Massabielle. Ahora, si divina es la Igle–

sia, divina es su fe: si divinas son las

apariciones de Lurdes, divinas son tam–

bién las enseñanzas que ahí se dieron.

La fe divina de la Iglesia no se separa

de la ley divina que ella prescribe, ni

de llits divinas sanciones de premio y de

castigo de los que está munida ·: del mis–

mo modo que las divinas apariciones de

la Virgen en Lurdes no son separables

de los dogmas que Ella ahí ha confirma–

do

y

de la penitencia á la que ha con vi–

dado á los prevaricadores de la ley,

á

los impugnadores de la fe divina de la

Iglesia.