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..:_55~

Pero, á nuestros modernos incréctl1•

los toda esta luz de divinidad los espanta.

Creer como

crist~anos

católicos, vivir

como cristianos católicos, arrepentirse

como cristianos católicos bajo pena del

infierno en la vida futura, repugna á

sus

ideales

más agradables de la vida

presente.

Para ellos es más cómodo descreer

que creeT. Cierran pues los ojos á la luz

para'poder decir que no la ven.

Nolunt

'tntelligere;

rehusan entender para po–

der decir que á la fe en lo sobcenatnral,.

á

Dios, á Cristo, á la Iglesia-, á la Virgen,

prefieren la ciencia de lo natural

ininte"'

ligible.

Son de aquellos infelices de los que .se

dice en el Evangelio que

ni

á

las

rm.ter–

tos creerían si 1"esucitasen;

por9-ue no

quieren creer sino lo que agrada a su ca–

pricho

y

mejor acaricia sus pasiones.

Anteponen lo absurdo de la ciencia á la

verdad divina de la fe, porque en lo ab–

surdo de la ciencia pueden ocultar la

verdad de sus ignominias.

Aún para elloR la blanca Virgen de

los Pirineos sería hermosa

y

admirable

si no fuese demasiado pura

y

sublime.

Por eso la alaban poéticamente bel'la en

el cielo, pero la mJfan prácticamente

bienhechora en la tierra.

Según nuestro modo de ver, es ésta la

razón de tanta incredulidad al frente