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curacióB es más admirable todavía que
la de los turbérculos
y
cánceres (Lur–
des, Histoire Medicale pag. 193-98.)
La enfermedad, pues, de Pedro de
Rudder no era imaginaria, ni imagina–
ria fué su curación repentina, sino que
una
y
otra fueron tan visibles y palpa–
bles, como visibles y palpables son
las manos y Ja pluma con que Emi–
lio Zola escribió las locuras ·de su no–
vela.
X
A
los 21 de Agosto de 1889, durante la
peregrinación nacional á Lurdes, cuan·
do la procesión del Santísimo Sacra–
mento atravesaba el espacio que está
delante de la gruta, ocupado por mil
doscientos enfermos, y habiendo cesado
las estruendosas aclamaciones de trein ·
ta mil peregrinos á la Hostia Sagrada,
ante cuya presencia se había efectuado
un solemne prodigio,
y
mientras el cor–
tejo volvía á ponerse en movimiento
impelido siempre por la gran ma::;a de
gente, un respetable Religioso, ahí pre–
sente, escribe que nuevos gritos de
al~gría reRonaron de otro lado. Una nifia
ciega había recuperado repentinamente
la vista.
Y o, dice el religioso, no fui testigo del
· hecho, pero después, ví
á
la niíia detrás