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imaginarias las curaciones, en nueRtro
caso, será más que suficiente contar
brevemente unas poquísimas de las más
auténticas
y
evidentes;
y
notar después
lo fútil de las razones que él les aplica
para demostrar insubsistente lo mila–
groso en ellas. Y á fin de que no se ape–
le á los subterfugios de las neurosis
y
de
los histerismos, nosotros escogeremos
algunas curaciones de males que nada
tienen que ver con los neuropatías.
IX
Sea la primera, la curación de Pedro
de Ru'dder, acaecida no en Lurdes sino
en Bélgica, delante de una estátua de
la Virgen y
tlr.J.
una gruta modelada so–
bre la de Massabielle.
Este pobre
y
buen artesano, en 1867
se quebró una pierna por habérsele caí–
do un arbol encima.
El hueso se fracturó en el medio: y, á
pesar de los muchos aparatos que se
le aplicaron, nunca se logró reunirlo de
nuevo. El infeliz pasó un año entero
en cama. Tres médicos lo atendían, pe–
ro inútilmente. Después de ocho años,
la parte inferior de la pierna, que no se
adhería á la superior, se movía en todos
sentido. Los dos fragmentos del hue–
so roto distaban el uno del otro tres cen–
tímetros, viéndose en el fondo un.a an-