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ramente verá que no es otro el móvil de
su crítica acerca del milagro de Lurdes.
Se nos preguntará: ¿para qué pues
tomarlo en serio?
Contestamos: no porque tenga algún
mérito ni siquiera literario; sino para
poner en guardia á los débiles, crédulos
é ignorantes, que fácilmente se dAjan
alucinar por el oropel de una impiedad
engañadora;
y
puesto que sus maestros
y
corifeos se afanan doquiera para ha–
cer leer
y
ensalzar tan oprobiosa nove–
la, nos parece también conveniente po–
ner de manifiesto su fatuidad
y
ridicu–
lez. Vamos por consiguiente, á demos–
trar que en efecto,' la crítica del novelis–
ta, encaminada á negar lo sobrenatural
de los hechos de Lurdes, está en armo–
nía con el fin que se ha propuesto de
embaucar á los cándidos.
VIII
Para los católicos el fallo último
y
su–
premo del milagro pertenece á la Igle–
sia. De varios, entre loR primeros acae–
cidos en la gente de Massabielle, por
efecto ó del agua ahí brotada ó de la
simple invocación de la Virgen Inma–
culada, este fallo canónico se dió desde
1862:
y
al examen, que se hiz
o con es–crupulosidad riguro¡;a, fueron
propY.es–
tos
m·ento cuarenta,
todos co
mprobados