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nar los enfermos, antes de su salida y

después de su regreso de Lurdes,

y

de

someter los casos de curaciones mila–

grosas á

las Sociedades científicas.

¡Cuánto se ha andado, se ha hecho en

estoe últimos afios! Tales cambios en

las opiniones y

é'Il

las ideas son más ad–

mirables que los cambios en el estado

1ísico de los enfermos. Para sacudir al

mundo hasta este punto, para detener

á una sociedad que se precipitaba en el

paganismo, para alumbrar el ocaso de

nuestro siglo con tales fulgores, han si–

do necesarias la mano

y

la palabra de

Dios." (Anales etc.

31

Mai. pág.

1892

36·41).

VII

¿So:tiaría acaso Emilio Zola, única–

mente célebre por la ciencia que todos

le conocen, poder él solo con sus noveles–

cas

chocan·erías,

contener el movimien–

to

y

apagar los fulgores de que tan á

sabiendas habla el doctor Boissarie?

¿Dirá él tal vez que ha recogido el

guante echado por clérigos

y

devotos?

¿qué ha ido á Lurdes, que ha visto, y

que, sinembargo, ha vuelto de allí in–

crédulo como antes?

Está bien: ha ido á Lurdes, sí ha ido;

pero ¿para qué? ¿Para

veT?

nó: ha ido

para

no

ver:

y no ha visto lo que podía,