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mas que en ti,
y
desde este lugar de mi cautiverio no pon–
dré mi atencion sino en tus bellezas
y
delicias.-¡Oh hermosa
Jerusalen! exclamaré como el profeta de Belen, si llego á ol–
vidarte, si con los adoradores del mundo toco los instrumentos
músicos en este pais de destierro, que se seque
y
quede inutil
mi mano derecha; sino te tengo siempre presente en
mi
alma, si
no prefiero á todos los deleites el de pensar en tus dulces alegrí–
as, si ausente de tí modulo jamás cánticos de júbilo
y
contento,
que se pegue
mi
lengua á mi paladar
y
se quede muda. ¡Oh que
feliz nueva cuando vengan
á
decirme que es preciso abandonar
este valle de quebranto para irá reunirme con los santos del cie–
lo! ¡Oh que dichoso instante cuando me anuncien que es pre–
ciso ir á la casa de Dios para hal>itar eternamente con éH ¡Cie–
lo venturoso, morada deliciosa de los justos, felices
y
afortuna–
dos los que habitan en tí, porque alabarán
á
Dios por los si–
glos de los siglos.
Giiiller1no.-Mi
Don Elíseo, mañana al despuntar la au–
rora volverémos
á
despedirnos, quizá para n.:> vernos mas.-Guí–
llermo
y
Gerardo partieron hablando en voz. baja, casi inperoop–
tible, como el melancólico zumbida de la palma que se inclina.
agitada por las ráfagas del vendaba!.