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dar algun amor á la tierra que pisas, donde no se ven ma.s
que tristes habitantes qirn lloran su mala suerte y maldicen
:sus dias y blasfeman del auto1· ele su existencia? Aqui
reina
la muerte, la enfermedad, la p:lbreza,, el clolor, el pesar, los
remordimientos,
los miedos y la.s esperarzas que frecuente–
mente atormentan tanto como el temor. Aquí se oye el grito
d a guerr,i q'.:l.e introcluca en todas partes la clisension y la dis–
eordia, ahuyenta la paz del seno de las familias, arma á los pa–
rientes y
á
veces
á
los padres,
á
los hijos,
á
los hermanos unos
<lOntr¡'L otros.
¡Ah!
sentaclus en este valle de miserias, insen–
sibles
á.
los llamamientos ele los santos que nos animan con
s u ejemplo á que vayamos á acompañarlos en el cielo, nosotros
nos enamoramos de la figtua ae este munclo faláz, nos compla–
cemos en nuestro destierro, semejantes á un infeliz prisione–
ro que arrastrando la pesada cadena, se acostumbra á sufrir
y
no desea la libertacl.. .. ..¡Oh munclo seductor, mundo pérfülo,
falsa sirena, que modulas tus cantos haciéndolos simpáticos al
sentir ele cada cual! Nada logra contra tí la sabiduría huma–
na,
y
tn solo eres el que te encargas ele darte
á
conocer ...una
sola de tus lecciones prácticas alcanzan lo que
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pueden to–
.das las máximas de la razon
y
todos los consejos ele la esperien–
cüt.
G1úllenno.-Mi
Gerardo, no puede haber gloria dmable en
-esta vida mortal: nada caduco es eterno; nada violento per–
p etuo; nafa en la tierra es sólido;
todo es frágil, y por consi–
guiente incapáz de hacer sólidamente diehoso al hombre. ¿Por
qué buscamos una vida dichosa en la region <le la muerte?
Que
es lo que vernos todos los dias? Vemos pasar con una pasmo–
sa rapic1éz toda la pretendida feliciclad de este mundo. Vemos
,aesvanecerse la gloria como el humo, disiparse los deleites co–
mo un sueüo
y
correr las riquezas de mano en mano como el
agua.
\ emos los e taclos,
las monarquías, los imperios que
mas han fiorecitlo se han a.bismado en un eterno olvido: vemos
ii
toclos los ha.bita.ntes del mundo pasar uno tras de otro, huir
1as genl'raciones, desaparecer los siglos y gastarse todo como
1.111
>e tido viejo. Yernos como las grandezas mas fastuosas se
pierden~
lo honores mas brilla.ntes se oscurecen;
los empleos
mas decorosos apénas existen cuando se anonauan; en suma,
todo lo terreno e arrebatado por esta rápida corriente de fuga–
ces momentos que pasan
y
nunca volrnrán.
Gcrardo.-Estoy
co1wencido de la frivoliclad del siglo, pero
¿quien pondrá conseguir la gloria?
Eliseo.-
i
para obtener la gloria celestial fuese preciso
arrancn.rnos del seno de nuestra familia,,
c1
nuestra patria ,.