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ran los mares, la asombrosa multitud de animales que sustenta
la tierra, los innumerables astros que brillañ en el firmamento,
'odo, serviria de objeto de su grande admiracion,
y
se sintiera.
dulcemente arrebatado de tanta belleza.
Gerardo.-Soy
del mismo parecer.
Eliseo.-Ahora
pues, dime, ¿cuál será el asombro de una
alma cuando salgá de este .destierro en que vivimos;
y
sobre
nubes de serafines se remonte por los aires, viendo los astros
á
sas pies contemple en Dios aquella magestad sorprendente
ante la cual doblan la rodilla todas las potestades, aquella
hermosura que arrebata todos los corazones, aquella sabidu–
ria mas profunda que los abismos, aquella justicia mas al–
ta que los montes, aquella bondad mas dilatada que los cie–
los, aquella inmensidad á la que nada puede poner límites,
aquella eternidad que no conoce principio ni fin,
y
en suma
aquella fuente inagotable de todas las delicias?...¿cual será
su alegría cuando goze del mismo Dios con todo el lleno de
sus infinitas perfecciones?
Guillenno.-Yo
creo que gozando de Dios, poseerémos to–
das las cosas; poseerémos con él la gloria, el honor,
fa,
feli–
cidad, el poder, la sabiduría, el descanso, todos los reinos,
todas las coronas; todos los bienes imaginables,
y
asi encon–
traremos _en él todo cuanto puede contentar nuestros senni–
dos, llenar nuestras potencias, cautivar nuestra alma
y
satis–
facer nuestro cora.zon. Del paraíso como de un mar inmen–
so parten rios de- placer, que inundan
y
alegran á toda la ciu–
dad de Dios: allí está la augusta Virgen hermoséada con to–
das las gracias, ante quien todo el brillo del firmamento no
es mas que noche, oscuridad
y
tinieblas: alli están los coros
de ángeles que rodean el trono del Todopoderoso
y
hacen
resonar los cielos con sus melodiosos. cánticos: alli están los
patriarcas, los profetas, los apóstoles, los mártires; alli están
millares de bienaventurados de todos los siglos
y
de todas
las naciones de la tierra, quienes segun la expresion del pro–
feta, resplandecen como refulgentes astros en perpetuas eter·
nidades. El cielo es un mundo sin término
y
sin horas, un
sol sin oriente
y
sin ocaso, una. patria sin agitaciones, una
vida sin miserias, un paraiso sin fin en sus delicias inefables,
es la gloriosa mansion donde habita Dios, en medio del_es–
plendor de los santos.
Gerardo.-Pero
¿qué haremos para merecer esa eterna
felicidad?
Eliseo.-Amigo
mio,
d~spues
de haber echado una rápi–
da ojeada hácia la deliciosa region del paraíso
¿t~
puede que-