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ele todo cuanto mas amamos en este mundo;

si fupse preciso

sepúltarnos en horrorosos desiertos, teñir ln.s rocas con nues–

tra sangre,

y

que las cavernas

y

montañas resonasen con nues–

tros profundos llantos y gemidos, ¿dcberiamos estár indecisos

un solo momento'1... A la verdad¿ nó perdemos á veces la sa–

lud, no abandonamos la familia, no sufrimos mil trnbn.jos y

desvelos para adquirir un bien limitado

y

transit

orio? ... .¿

prodigamos nuestros tesoros quizá inutilmente para alarg.ar al–

gunos clial:l mas una vida extenuada,

ó

para encumbrnrnos

á

los

honores

y

clignidades?....Pero Dios no expone nuestra debili–

dad

á

pruebas que la intimiden: solo pide l

ágrimas,

quiere arre–

pentimiento, manda que abramos nuestro cornz.on fi)n la eonfe–

sion, como lo abrimos para desahogar una afiiccüm grande ó

dar muestras de lo sensible que nos es una desgracia. Solo desea

que huyamos de los vicios, que practiquemos la virtud, que

cumplamos los preceptos de la Religion,. que observemos los

deberes propios de un cristiano, que resistamos

i

las tenta–

ciones mas violentas, que sujetemos la carne

á

ln. i·azon

y

á

la

fé,

que nos conduzcamos bien, que conservemos el amor á.

Dios

y

la caridad para con el prójimo.

Giállermo.-Ea

pues, Gerarclo,

eonquístemos el cíeio :í

tocla costa,

y

si es menester sufram()S todas las.fatigas, todos

los a.fanes, todos los trabajos imn.ginables para tomar pose–

sion de él: nada nos arredre, nada nos acobarde, nada nos de–

tenga para conseguir nuestro intento. Estos deben ser los

sentimientos de confianza, ele intrepidez y valor de que debe–

mos estar animados al contemplar el hermoso cielo que bci·–

lla sobre nosotros. E stas deben ser nuestras reeolucion.es al

saber que la tiena es el país de nuestro clestien:o

y e1 c

ieloi

es nuestra vet·daclet-a patria. Estos deben ser nues.tros pro–

pósitos si deseamJs adquirir ese tesoro sin precio, esa coro.–

na inmortal, ese paraiso eterno, ese bien inmenso, único. c1ue

puede hacer toc1a nuestra felir.idad.

Gerardo.-Siento

amigos mios, que hayan terminado nues–

tras veladas tau amistosas domo instructivas; ¡cua.n presto se–

ha,n pasado las horas nocturnas invertidas en tan honestas

y

agradables conversaciones! Habeis. dilucidado las cuestiones

de actualidad, y conozco los males que los pueblos cleben evi–

ta,r,

y

hts obras q1n deban practicar para ser vercln.dernmente

civilizados. En meclio ele la8 aflicciones que nos rodean con–

solémonos con la expectativa de la gloria, sabiendo además que

caminamos

á

la inmortalidad pasando por las sombras de la mu–

erte. ¡Oh Sion celestial, apacible mansion ele los bienaventu–

rados, amada, patria mia! de aquí adehnte no quiero pensar