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clones:
las madres llamarán gimiendo
y
sollozando á sus híjos
y
estos no responderán
yá
á su gritos; los hijos pedirán socorro á
sus difunt<tS ma.dres, p.)r doquiera reinará el sil<-:ncio de la
muerte,
la mas
terrible consternacion .... ¡Arequipa! ¡amada
Arequipa,! tu sabes por reiterada esperiencia que en el órden
humano,
como en el órclcn físico, sobrevienen con
frecu–
encia esos accidentes dcsa.c;trosos, que en poCt>s minutos re–
ducen
á
escombros las ciudatles mas fuertes, á polvo los pala–
cios mejor construidos,
y
á pobreza las familias y naciones
mas opulentas
y
poderosas. ¡Arequipa! tu no ignoras que des–
de tu funclacion basta el presente has sido diez veces des–
truida; tu no olvidarás jamás el
1:3
ele Agosto de 1868: eran
las cinco
y
cinco minutos ele la tarde, tú reposabas tranquila,
ningun síntoma alteraba tu calma, cuando en el momento me–
nos esperado resonó un ruido subterráneo que sobresaltó á
todos tus habitantes. En prf>sencia de algtmas ruinas de aque–
lla espantosa catá trofe aun contemplo elevarse la tierra, sa.–
cudirse con violencia, agitarse como las olas de un mar embra–
vecido, desmoronarse tus mfLS sólidos edificios y vienen al sue–
lo á la fuerza del vaiven que se nota de Sud á r orte. Aun
me parece ver
á
l
a madre desmayada sobre el aplastado ca–
dáver de su hijo;
a.unme pu.rece oír los gritos aterradores del
esposo que llama á su idolatrada esposa; aun creo oir los ayes
lastimeros de las víctimn.s que, lanzan al aire sentidas sú–
plicas pidiendo perdon al Dios de las misei-icordias ....acába.–
se el dia
y
las sombras de la noche aumentan el horror de la
escena, al pié de algunos cadáveres calientes aun, gimen los
c:>razones sensibles. L a naturaleza suspira tristemente con
esos misteriosos é incomprensibles ruidos nocturnos, que po–
nen el espanto en las almas mas valerosas; en algunos pun–
tos de la ciudad serpentean llamas azules que, reclucen á ce–
niza los escombros de algunas casae; la atm·)sfera caligino–
sa y pesada, parece envolverá la tierra con un flmebre sudario,
e
)ffi')
si la esteriliJad y la calcinacion fueran en adelante el
d 3stino de Arequipa. Empern no hay dich(l. ni calamidad, 'no
hay fortuna próspera ni adversa, que tenga permanencia eu
esta vida: todo contento y alegría para en melancolía y tris–
teza; coro al contrario, los trabajos
y
aclversi<l.acles todas tie–
nen fin. Así el nuevo clia, disipó las tinieblas del cielo
y
los
temores del corazon, la vida rf>emplazó
á
la muerte;
y
a i co–
m0 en la, primavera, cuando la naturaleza e remoza
y
des–
plega festiva todas sus galas,
unas abejas salen ele las col–
mena , otras entran, todas trabajan, y llenan
l aire de un
suave mmmullo, asilos arequipeños, uno lebantan sus moradas,