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en los últimos reflejos del sol qne muere, ya en el incierto cur–
so de los dorados celajeB, que vagan por el aire,
ó
bien en el
disco plateado de la luna que nace. Dirigiéndose
á
Guillnmo
y
Gerardo, les dice: amigos, los goces que eotán al uk,wce de
todos, son sin duda los que brind<L la n uturalez:t. Mirad
its
nubecillas rosadas unas, otras blanuas, toclcts brilhtntes, üm
·suaves que el aire les dá forma.s,
y
el ligero soplo las guia. Mi–
rn.d estas h
ermosasflores, que participan del suelo qu e le.s da
jugo,
y
del
benefi.coinflujo de los astros qne les dan fragancia,
como el hombre comunica con la tierra
y
con el cielo; ved e–
sos lejn.nos horizontes en que el espfrüu se espar:::e,
y
esos o–
tros de limitado espacio, en que se concentnt el alma; ved esais
aguas del Chili, ora corren alegres, ora duermen
tranquila~
siempre brillantes, como lo que es puro, siempre trasparentes
como lo que es sincero. Mas en la juventud., cuando se tiene
el alma llena de amor, el corazon enchido de esperanza, y la
mente llena de ensueños, uno se extasía ante el espectáculo
·tan encantador, que nos presenta el universo, uno se cree felizj
pero nuestra felicidad es siempre triste, porque le es adherente
el presentimiento de su instabilidad, y su sonrisa está mas
coreana del llanto qne de la risa.
Gerardo.-Mi
Don Eliseo, vos que ha.beis consumido vues–
tra vida entre el honroso polvo de lu.::i biuLot1 cas, convendreis
conmigo que nuestros primeros años son un retratohorrendo
de la miseria humana. Enfermedad, flaqu eza, estupidez, mo–
lestia y asco. Los siguientes años son un del liado de lo vi–
cios de los brutos, poseídos en alto grado, lujm ia, gula, in o–
bediencia; mas adelante un pozo de horrores inf. m ales, ambi–
cion, soberbia, envidia, codicia, venganza., traicid1 y maligni–
dad; pasando de ahí, ya
n0
se mira el homb.::e como hE-rma–
no de
los otros,sino como un ente. supernumerl' io en el mun–
do.
¡
Felicida.clúnico móvil del corazon human.
!
Todos los
deseos que en vida se esperimentan, aunque Yario",
y
con har–
ta frecuencia estraviados, se dirigen todos
á
la fdicidacl: esto
busca el sábio como el nécio, el
Yirtuo~o
como el corrompido;
unos por camino verdadero, otros por errado; el n sorte natu–
ral es el mismo en todos: el deseo de ser feliz: emptro nuestrn
felicidad es un engañoso fantasma que se burla de nosotrnfl.
Eliseo.-Es
cierto como lo ha dicho un sabio sacerdote,
que nuestra vida principia entre fl.uqu ezas. camina c:1Jtre amar–
guras, y concluye entre achaques
y
doloreP . El
m1' 0
que ac1t–
ba de nacer, no abre sus ojos
á
la luz sino e n rqngnancia;
no se acomoda á los brazos que le reciben, ). parece que huye
de los que le acarician, como de unos enemigos que le engañan.