Previous Page  80 / 132 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 80 / 132 Next Page
Page Background

- 76-

los aflijidos, defender al oprimido, enseñar

á

los ignorantes, so–

correr á los menesteroros: hé aquí los ejercicios continuos de

J. C. sobre la tierra. Los

h e~·aldos

del naciente Evangelio, los

que _estaban destinados á propagarle en toda la redondez del

globo, fueron aleccionados en el modo de rechazar las ínjnstas

al pitr que odiosas imputa:ciones,

é

instruidos acerca del verda–

dero espíritu que debía animar su celo en la religion; conquista;

que emprendieron por expreso mandato de su aivino MaBs–

tro. Así el Jefe del colegio apostólico, desenvolviendo el verda–

dero espfritu de la Religion que anunciaba como envíado por J.

· C. no cesaba de inculcar á los fieles esta sublime máxima. "Es–

ta es la voluntad ele Dios que haciendo bien

á

todos impongais

silencio

y

confundais la ignorancia de los hombres nécios é in–

sensatos.

(J.

P etr. II, 15.)

Gi~illermo.-¿Quién

duda que la carid;;,d universal íué

en:tr~

todas las demás virtudes, que resplandecían entre los fieles, la

que llamó sobre manera la atencion de los idólatras, confundió

sus preocupaciones,

y

mas de una vez hizo cambiar en respeto

y

amor la aversion que tenían

á

los cristianos?

San Pacomio,

siendo aun pagano,

y

siniendo en los ejércitos del emperador

contra su voluntad, llegó

á

una poblacion en que se apresuraron

á darle, lo mismo que á los otros soldados, todo lo que necesi–

taba; mas esto fue con una generosidad y abertura de corazon

que no la babia hallado en parte alguna.

Sorprendido de ba–

llar en estos estranjeros tal afecto, Pacomio se informa curio–

samente .de lo que eran estas p

erson

as generosas tan inclinadaq

estaban

a

hacer bien.

Se le

di.io

que

eran cristia nos,

y

los

pintaron al mismo tiempo co

mo ho

mbres pacíficos, amigos de

la hu111aniclacl,

que creían en

J.

C.

y

que

segun

sus leccio–

nes

y

ejemplos, se hacian nn deber

y itn

placer

ele

hacer bien

á

todo

el mundo, en cuanto poclian, aun

á

su.s persegttidores, esperando

~er

recompensados en la otra 1:icla clel bien que haZ.riin hecho en es·

ta.

.Paéomio conmovido con esta relacion, conoció que el cris–

tia.qislllo era la única roligion verdadera, la abrazó,

y

aun vino

á.

ser pronto uno de los dichosos habitantes del desierto, que

obsexvaban una vida de ángeles en un cuerpo mortal.

Gerardo.-Tambien nosotros favorecemos al prójimo.

E.liseo.-Si,

pero por prújimos entendeis únicamente

á

los

mienbros de las Gociedades secretas.

Gerarclo.-Y

vosotros ¿qué entenc1eis por prójimo?

Eliseo.-Entendemos

qno son nuestros prójimos todos los

homlrrJ¡i~.

Yo no

~lebo

juzgar, decia S. Vicent11 de Paul,

d~

un

pobre aldeano, de una pobre mujer

ílel

carñpo por su- extenor

y

i3'1

habilid:td natm·al; algunos ele ellos son tan tc:rrestres, Y.