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tan gro-seros, que difícilmente se reconoce en ellos la figurn.

y

el

espíritu de una criatura racional; mas si los consideramos á la

luz de la fé, los hallaremos grabados tan profundamente en el

cora,zon deI hijo de Dios, que no ha dud11íl.o derramar por ellos

su sangre, en dar por cada upo ele ellos su vida. ¡Oh Dios! ¡cuán

útil es ver en nuestro prójimo al mismo Dios, para ser .-le él la

estim:i. que hizo

J.

C.! "No es posible presenciar sin aclmiracion

el espectáculo que c:an a}mttndo los verdaderos cristianos, que,

no contentos con sacrificarse por sus hermanos, considerando

en ellos al mismo

J.

O.,

llevan el heroísmo de su caridad hasta

declararse los bienhechores de aquellos que saben ser sus mas

encarniza,dos enemigos.

Gernrclo.·- Amigo,

la filantropía ó la beneficencia filosófica

ha.ce

otro tanto, ella es un nuevo astro aparecido en el hemis–

ferio pttra labrar la felicidad de todos los mortales.

Eliseo.- Mi

Gerarclo, clejemoe, las bellas palabras, vamos á

los hE:chos. ¿Dénde está la benignidad y dulzura ele esos filántro–

pos que persiguiendo á todos cuantos disienten de sus ideas

ú

opiniones, han llenado el mundo de luto y de liígrimas? ¿Dá11-

de el amor benéfico de los que so pretesto ele abolir la mendici–

dad, imponen silencio al desventurado, que demanda un pedazo

de pan, y, como dice un escritor moderno, preparan á la indi–

gence ancinnidacl negras prisiones mas bien que asilos cómodos

·y

capaces de cfüminuir su desgracia? ¿Dénde el sn(rimiento ó

1a tolerancia de esos hombres, que lanzado impudentemente

contra la religion católica el epíteto de intolerante, bárbara

y

sanguinfl.ria, pretenchendo arrojhrla de su augnsto trono,

y

rei–

nando ellos á su vez, no hán dejado á la posteridad por fruto de

su fun esto imperio mas que las ruinas de aquellos edificios que

el cristianismo eleYára un dia en favor .de la afligida humani–

dad? ¿Dónde en suma (po1·que no es posible decirlo todo) dón–

de el desinter es de esos fil ántropos que dominados de un torpB

y

soez esclusivismo, no r econocen otros intereses que los suyos

propios, chupan hasta la última gota de la sangre del pobre

por medio de un agiotismo impío; desuellan su patria á nombre

ele patriotismo

y

ele libertad; despojan de sus bienes

á

sus lejiti–

mos poseedores á la voz de derecho sagrado de propiedad; empo–

brecen los templos y los ministros ele Dios vivo al eco de re–

ligion y de culto; y siembran la miseria y envilecimie!lto en to–

das las clases,al tiempo mismo que aturden los oidos con los gri–

tos de prosperidad, progi·eso y felicidad. "En vano se intenta.

sustituir la humana beneficencia á la caridad evanjelica. El

verdadero amor de los hombres no puede tener otro principio

que el amor de Dios,

y

cuantos filántropos enseñaren una be-