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reparticion de los bienes ajenos. con razon pues contra los ta·
lee se lamentaba Pio IX en la alocucion de 28 de setiembre de
Í.860, al ver que han abierto escuelas públicas para. todos los
errores,
j
hasta casas de licencia,
y
que con sus abominables
escritos se esfuerzan
á
porfia
á
destruir las bases de la
socieda.ilcivil
y
religiosa agravando
:t
cada paso las desgracias de los
pueblos y oponiendo tantas contradic_ciones
á
la virtud
que
for–
ma la felicidad de las naciones.
Gtúllermo.-Mi
Gerarclo, no es el amor profano>el que
recomendó
J.
C. el amor mundanal enemigo de la paz del al·
ma
y
del reposo del corazon, es siempre inconstante, porque
s~
funda en uua hermosura que se mai-chita,
ó
en unas
prenda~~
que nos ilusionan, ó en unas gracias, que se pierden: ni nos
mandó esa pretendida
fratemidad
que solo tiene por objeto
SQ.·
ciar los apetitos materiales. E se amor terrestre, ó como · lo
llamim en el dia,
la;ilantrvpia
no es mas que un dogma disol–
vente, que divide
y
hace egoistas
á
los hombres, en vez de
unfr–
les
y
asociarles. La filantropia, como observai un génio pro–
fundo de nuestro siglo, solo sabe crear sociedades materia.les
ó
hacer agregados heterogéneos de seres humanos unidos con
vínculos
é
intéreses puramente terrestres, es- decÍl',. solo hay
reunion de cuerpos sín union de corazones, solo hay egoismo
é
individualismo; allí está eltérmíno de la ostentosa
y
tibia filan·
tropia de las sectas secretas, cuya doctr!na tiende
ti
disolver la
sociedad porque es antícristiamt
y
por consiguiente antiso·cial.
Gerardo.-
Pues yo no veo diferencia alguna. entre· l'a; cari·
dad cristiana y la filantropía moéfe-ma.
Eliseo.-Amigo,
la diferencia es muy notable:
la
fffanfro–
pia ama en el hombre al hombre,la caridad ama en el hombre
á
J.
C. La filantropia acaso remedia algunos males, tal vez-
con~
~uela
las aflicciones que le salen aI encuentro; la caridad l>usca
los males para i·emediarlos, y las afücciones para consoFarlas,
salva. las distancías, atraviesa }os mares, si en remotas- tierras
ó
al otro lado de los níares hay lágrimas que enjngar-
y
penas
gue
compartir. La filantropia llamada tambien
amor de
la
hu.
mari.idad,
en los labios de los filántropos modernos no es mas
que
una utopía sin sii:,nificado, estéril
y
sin accion, que lejos
d~
conducir al hombre al cumplimiento de sus deberes, le em1tnci·
pa de sus principales obligaciones para con Dios, no menos que
¡:ara con sus prój:mcs;la caridad es la apolojía mns sublime de la
religion cristiana, es la Yindicacion mas incontestable de la di–
vinidad de su doctrina, la virtud mas inculcada en el Evangelio.
La caridad presidió al gran pensamiento de la mision de
J.
C.
y
la. praticó en su C!!-rrera mortal. Curar los enfermos, consolar