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la verdad, la justicia, la moral sobre bases un poco sólidas

sin el tribunal de la penitencia,

y

es imposible e tahlecer el

tribunal de la penitencia sin creer en la presencia efectiYa."

Gerardo .-Si

esto es veruacl ¿cémo se ven tantos imli–

viduos con las angustias lacerantes de

la

venganza

y

con las;

amarguru.s de la desesperacion

y

del eng¡1úo? ¿cómo hay, pues,

tn.ntas familias desunidas

y

llenas de odio implacable? ¿cómo

vemos á la sociedad entera, no como una multitud de herma–

nos, sino como una reunion de enemigos? ¿De dónde nacen

tantos males que afligen á la humanidad?

Eliseo.-¿De

dónde? ....de la indiferencia con qne se mi–

ra al divino Sacramento. Unos le reciben sin las necesarias

disposiciones, otros no le r eciben

y

le miran con desprecio,

sin temer la espantosa amenaza que contra ellos fulmina

J. C. (San Juan VI. 54.) ¿Dónde están esos tiempos mil

veces dichosos de que habla el padre San Juan Crisóstomo,

en que los cristianos no padecian mayor dolor ni sufrian ma–

yores congojas que cuando se veian privados de la sagrada

comunion? ¿Dónde están esos dias mil veces felices

y

ven–

turosos de las Teresas ele Abila, de las Rosas de Lima

y

de

las Catalinas ele Sena en que se veian los copiosos frutos que

producía el sacramento eucarístico? A vosotros,

á

vosotros

apelo santos del Paraíso,

á

vosotros pongo por testigos, ¿no

es veruad que cuando vivíais en este valle de mi erías, en el

silencio ele la noche íbais

á

postraros á los piés del taberná–

culo,

y

allí al trémulo resplandor de la lámpara que arde

continuamente closcubriais á vuestro enamorado Dedentor los

afectos de Ynestro corazon

y

la ternura de vuestra alma?-¿nó

es verdad quC' delante del Santísimo Sacramento os reani–

mabais para t-ufrir los duros trabajos de la vicla?-¿nó es

verdad que a.l s<tlir del templo ardíais en un amor que de–

voraba vuestro pecho?-¿nó es verdad ... .pero basta.; el tiem–

po ha pasado. ha trascurrido una hora y nos hemos exta–

siado contemplando las bellezas, los encantos

y

los inestima–

bles beneficios que nos dispensa la Religion; hemos visto el

amor inefable que nos manifiesta J esus en el augusto sacra–

mento, apresuremonos á pagarle un favor tan insigne con el

sacrificio de nuestro amor, hagámonos dignos de la participa–

cion de los dones, que con tanta profusion derrama sobre

cuantos

á

El se acercan dignamente, visitémosle con frecuen–

cia y no dudemos que en su comunion hallaremos la integridad

de co tumbres, el arreglo ue la >ida, la paz de lirn familias, el bi–

en de la socied:td

y

la wrclaclera felicidad: mañana hablaremos de

la reina de las virtudes.