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llegó luego
á
un punto muy alarmante.
Instruida de su
pelígro~
so estado, y atormentada por el pesar de perder tan pronto la
vida, se abandonó la enferma
á
violentas agitaciones y á arreba–
tos de desesperacion. Tissót opinó que estos nuevos sacudi–
mientos abreviarían mas pronto el término de su vida y avisó
que era preciso administrarle los auxilios de la religion. Llama–
ron á un sacerdote; la enferma
escu~hó
y i:ecibió, como á único
bien que le quedaba las palabras de consuelo que lci dirige.
Al.
momento se tranquiliza, se ocupa de Dios y de sus intereses.
eternos, recibe los sacramentos con grande edificacion, y el dia
siguiente por la mañana el médico la encuentra en un estado de
paz y de calma que le admira; halla disminucion en la calenturro,.
los síntomas presentan un aspecto de mejoría, y presto cesó lre
enfermedad, y la jóven recuperó perfectamente la salud. Otros
muchos médicos sabios y s.:insatos han encontrado en la confe–
sion un específico eficaz para curar
á
los enfermos.
Gerardo.-Tambien confieso esta verdad, pues sé por ex–
periencia que, las enfermedades mas obstinadas, las que mas
resisten
á
los remedios de la medicina, son la11 que, provienen
de la inmoralidad. Por tanto, la confesion en estos casos tan
frecuentes es un remedio auxiliar, muy útil y muy eficaz. A–
demás la confesion arreglalas costumbres, aparta
á
los hombres.
de los deleites mortíferos que arruinan su salud, destruye los de–
sarreglos infames de donde nacen la mayor parte de las enfer–
medades, corrige los malos hábitos contraiclos, y consuela
al
individuo sufocando sus atroces remordimientos, que como insac
ciables buitres le roian las entrañas.
Eliseo. -Si,
amigo, este dogma católico es acaso el que
Irn1
arrancado mas víctimas al vicio, y ha derramado mas dulzuras–
celestiales é inefables sobre las almas: mañana hablaremos
&>
otro remedio no menos eficaz que produce indudablemente-
lli'e~
nes inmens0s
á
la sociedad, hasta en el órden puramente civil,
pues contribuye poderosamente para fortalecer la autoridad pú–
blica, y hacer dóciles y razonables
íi
los pueblos .....
Gerardo
y
Guillermo se levantaron para contemplar el
cuadro que se presentaba ante sus ojos: la luna reflejaba clara.
y
radiosa sobre las trasparentes aguas del rio. La noche era
apacible
y
serena, algunos árboles gigantescos hunilian sus po–
bladas ramas en las aguas: mientras tanto los dos amigos se–
dirigian tranquilamenta á sus hogares.