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-ü-

VELADA DUODECHIA.

El sol comienza

á

lnrndirse tras la espesa arboleda,

y

sus–

últimos rayos dan

ele lle

no en el rostro de Guillermo, que se

halla sentado con

s.us

n,migos debajo del emparrado de la

quinta. Es Guille

rmo u

n jóven de treinta a.üos, lleno de vida;

sus ojos graneles, sus cejas pobladas

y

finas, su semblante her–

moso, sus maneras distinguidas, su talento nada vulgar, la no–

bleza ele su linaje,

y

la pureza de sus costumbres,

y

la religio–

sidad de sus sentimientos hacen ele Guillermo un jóven suma–

mente apreciable. Dirigiéndose

á

sus amigos les dijo: es una.

verdad incontestable que jamás hubo pueblo

in religion, ni re–

ligion siu sacrificios, ni sacrificios sin sacerdote.

Se vé al

inocente Abel,

el

hijo predilecto del primero de los padres, que–

en el exórdio del mundo, ya presentaba á Dios un sacrificio

de agradable fragancia; el justo

Noé

enrojecía el altar con la

sangre de las víctimas; el pontífice Melquicedec, en el sacrifi–

cio ofrecía

á

Dios pan

y

vino; el patriarca Abraban estando el

sol para ponerse, por mancbto del Señor sacrificó una vaca,

una tórtola y una paloma; el pueblo ele Dios, en fin, inmolaba

al Omnipotente las tiernas aves y los mansos corderos. Pe–

ro ninguno de esos sacrificios, dice S. Pablo, podia por sí mis–

mo borrar los pecados: todos ellos eran como uua preparacion,

ó como símbolos ó sombras fignratiYas del verclaclcro sacrifi–

cio que se realiza sobre nuestros Dltarcs. Así lo anunció el

mismo Dios por boca del profetn, :Jfalaquías ("ap.

l.

0

v. U.}

que e a pura oblacion se ofrecería

á

su nombre,

:r

se

acrifica–

ría en todo lugar desde la aurora al ocaso,

y

desde el

epten–

trion al medio clia.

Y

el augusto sacrifieio ele la Misa, no

solamente se ha ofrecid<) sobre los montes do la Occeania, sino

taml>ien en los grandiosos

y

magníficos

tem~)los

ele Europa,

en los áridos desiertos del Africa,

á

la sombra ele los árboles

del Asia y en las Igle. ius de América.

Gercmlo.-Yo,

amigo, he leirlo Yarins Yeces los EYangelios

y

en ninguna parto he visto la institucion del , acrificio ele la

hlisa.

Guillermo.- ... Ii

Gcr[trclo, YnelYe á leerlos

y

Yerás que el

hijo de Dios haciendo r.::o.onar su voz en medio ele! profundo si–

lencio de la noche en presi.'ncia ele sus discípdus

y

rodeado da

innumerables ángeles

tra~uhstanció

el pan

y

-rino en sn propio

cuerpo,

y

dió el pocler

á

los sacerdotes ele hacer otro tanto (Véa–

se el

'oncil. Tri,[. ses.

.

' XH

cnp.

l.\

diciéndoles: "Haced

to

en mi memoria". tLuc. cap. X..' II.

rn.)

esto

es,

cuantas nccs