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dores de la verdad purísima del Evangelio; él alienta y con–

forta al hombre en sus últimos inRtantes infundiendo esperan–

zas en su corazon; el postrado entre el vestíbulo y el altar

llora los pecados del pueblo; él acompaúa al cristiano desde su

cuna hasta su ingreso á la beatitud; él siempre ha sido conside–

rado como padre del pueblo. El Vin\y Blasco Nmiez Vela lla–

mó al señor Obispo de Lima Dn. Fr. Jerónimo de Loayza do–

mínico, y le rogó en nombre del Rey que fuese á pacificar la

insurrecion promovida por el Procurndor General Don Gonzalo

Pizarra que rehabilitaba la anarquía, sembrando ele flores una

senda enlodada de sangi·e inocente.

Gerardo.-Yo

he oído á algunos sacerdotes que, desde el

púlpito gritan contra todo el mundo.

Eliseo.-Amigo,

S. Juan Crisóstomo dice que, "las heridas

de parte de quien ama, valen mucho mas que, los engañosos

abrazos del que, nos aborrece". Los sacerdotes desde el púlpito

dan con frecuencia la voz de alerta á los viajeros que, fati–

gados del peso del dia, quisieran fijar su morada en este des–

tierro, en vez de caminar

á

la patria prometida. El buen sa–

cerdote no debe cansarse jamás de ofrecerá la contemplacion

de los mortales la gi·andiosidad de sus destinos, la belleza de

la virtud y la horribilidad del vicio. El buen sacerdote estu-

diando los alt0s fines de la humanidad, los derechos naturales

del hombre, comprendiendo el verdadero espíritu del Evangelio

levanta con valor y abnegacion, templos de paz, santuaTios ele

luz, para que, semejantes á la estrella de la mañana, disipen

las espesas tinieblas que oscurecen el eñtenclimiento humano'.

El buen sacerdote trabaja siempre con empeño por el adelanto

nioral de los pueblos, contribuyendo con nobles esfuerzos á la

la ilustracion del género humano. El buen sacerdote trabaja

por la regeneracion del pueblo, consolida el principio ele frater–

nidad como uno de los principales fundamentos de la organi–

zacion social: esta verdad está confirmada con los hechos, pro–

bada con el testimonio elocuente de los acontecimientos; mira

á tantos sacerdotes y religiosos de todos institutos que alentados

con la fuerza de una virtud celestial rompiendo los lazos de un

amor tierno y puro fuéronse inundados de gozo

á

regar con su

sangre las mas lejanas y bárbaras regiones; quien les impelia

era solo el deseo y la esperanza ele poder arrancar del impe–

rio de la ignorancia, del crímen y del iufortunio tantos seres

desconocidos y degradados. Creo que debería descorrer el velo

que oculta las altísimas virtudes clel sacerdote, para que te con–

vencieras que, lejos de ser su pecho el ara ele sacrificios sangrien–

tos y bárbaros, es por el contrario el altar del amor, de la cari-