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médicos fu eron llamados y reconocieron que Javier acababa de
sucumbirá una cambustion espontánea; fenómeno posítivo;mas,
que la ciencia quizá aun no ha explicado. Este incendio del
cuerpo humano tiene una actiYiclad
y
un poder espantosos. Los
huesos, la piel, los músculos, todo es devorado, consumido, re–
ducido
á
ceniza. Algunas porciones de polvo amontonn.daa en
el lugar en que la víctima clliyó, es todo lo que queda del cadá–
ver.
Por este ejemplo conocerás que
la.
virtnd, la probidnd, y
la, templanza son únicameute hábitos ele acciones personalmen–
te útiles.
G¡¿iUenno:-Amigo,
no ignoras que los malos hábitos que
se contraen en la juventud son sumamente difíciles ele desn.rrni–
gar; pues como dice el P. S. Agustin, constituyen una segunda
naturaleza, que hace
á
la concupiscencia tan fuerte que no hay
poder humano que baste áclominarla. No hace mucho tiempo
que un sacerdote fué llamado cerca de un trabajador moribundo.
A
fuerza de beber, este desgraciado habia caído en un estado
que no dejaba ·eaperanza alguna.
Se confesó
y
despues de ha–
ber pedido perdon públicamente á Dios
y
á los hombres de sus
escándalos, prometió corregirse, si tenia la dicha de
recobrar la
salud. Mas ¡ay! apénas babia recibido loa últimos sacramentos
cuando su paaion violenta se despierta; entónces él pide con gri–
tos espantosos este licor fatal del cual murió víctima, bebe aun
de él, y espira reteniendo convulaivamente el vaso en sus manos.
Ahora conocerás que el regocijo del vicioso es alegría de embria–
guez y turbacion, interrumpida de pasiones furiosas
y
de crueles
remordimientos; y el júbilo del virtuoso es unn. alegría rncional;
alegría que tiene parte de bienaventuranza celestial, que siempre
ea pura, igual
é
inagotable: que cuanto uno mas se entrega
íi
e–
lla es tanto mas dulce; alegría por fin que enagena el alma
sin
perturbarla.
¡Dichosos hombres
á
quienes se manifiesta la vir–
tud en toda su belleza! ¿Es posible verla sin amarla?
y
¿se po–
drá amarla sin ser feliz?
Gerardo.-l\.fi
Guillermo, no todos somos para la virtud.
Guillermo.-La
virtud no es, cual la riqueza, ó el po<ler ó la
gloria, una cosa de privilegio ó de exct'pcion, la virtud es para
todos, todos hemos nacido para ella, todos podemos
y
debemos
sex virtuosos.
"He visto hombres, decia Confucio, sin capaci–
dad para aprender, pero ninguno que no la tenga. para la vir–
tud;"
y
así como la aociecfad de los animales no puede existir si–
no por medio de la.a pasiones, así la ele los hombrea no puede
existir sino por las virtudes.
Gerardo.-No
hay virtud sin sacrificio, ha dicho AJ:istóteles,