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duce este vic10 asqueroso que embrutece al hombre, envenena,

la

flor <le su edacl y arruina sordamente á la especie humana.

•Gera.rdo.-Confieso, amigo mio, que este vicio claña

y

per–

judica a,l individuo, pero -creo que no tiene consecuencias ulte–

J:i<nes en la ;sociedad.

!Elis-eo.-Esta

escusa tan vana como infundada podria te–

ner alguna fuerza si una diaria experiencia no manifestase que

<él es por el contrario el verdadero orígen de todos los demás

-crímenes. L evaillta la fosa que cubre los sepulcros de Catalina

<de Aragon, de Leonor, de Berta, y otras mil mujeres repudia–

das;

J!JT~gúntalas

¿quién las condujo al sepulcl"{) entre congo–

jas, Qág.rimas,

y

desgracias?;¡ te responderán al instante; un

re~

pudfo ri.n.justo producido por una pasion criminal de mi esposop

Davanzoti ·&ice que Enrique VIII vivió cincuenta y seis nños,

soltero los diez y <J.cho, :veinte

y

seis sin otra esposa que Catalina;

pero en solo los doce restantes tuvo seis. Decapitó

á

dos de e–

lla.s,

la

t e.rcera murió de part()), repudió otras dos,

y

á

la sexta

no 'tuvo tiempo de matarla. Antes del divorcio no fue sangui–

nario: ·coiaGleBó .á muerte .á muy pocos plebeyos

y

á solo dos

nobles. Amó las cien.c"ias y favoreció á los sabios. Mas des."

p ues .del repudio .Ydel cisma, fué general e innumerable la car–

niceria que hizo de nohles ciudadanos. En los libros hállanse

i:eg"istrados los nombres de tres ó cuatro Reinas, de dos Prin–

"°esas, de d()s Cardenales

y

otro que fue solamente condenado,

ile doce entre duques, maa:·queses

y

condes junto con sus hijos,

1c1e diez

y

oclio barones .Y caballeros, de trece abades

y

priores,

<lle sete.mta y seis religi0s"s

y

saeerdotes,

y

de infinitos nobles

y

.plebeyos. Desde el momento en que el corazon del malhadado

E nrique VIII se entregó

á.

su pasion criminal con la tristemen–

:te céle'l&re .

A.na

Bolena, todo foé error, vertigo, confusion, mal–

·dad,

y

ln. lujuria le hizo abraza.r la,s doctrinas que el mismo

'hal~ia.

impugnado contra Lutero. Penetra en los calabozos,

visita ln,s nárceles, pregunta

esos des•enturados que gimen

entre liierros;

y

ellos te dirán cúal fué el orígen de los horri–

bles atentados que les condujeran á aquella mansion de horror;

1rnes habiendo disipaclo sus fortunas en los excesos de la sen–

.sualidad, :Se vieron oblig<ttlos

á.

busear recursos en el crímen y

.ei:1

:eí

aat.rocinio. Examina las causa,s que se siguen diariamen–

te en los tribunales,

y

apénas hallarás un solo criminal cuyas

maldades no teugan su primitivo orígen en sus impuros amores.

Gnill4!mno.-Yo

preguntaré ¿cuántas casas vemos amina–

das por los excesos d11 este vicio inmundo? ¿cuántos matrimo–

nios desunidos? ¿cuántns familias escandalizadas? ¿cuántas don–

cellas perdidas? ¿cuántos jóvenes apestados? ¿cuántoe casados