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c1tdades nefandas.
¡Deshonestidarl! vicio degradante,
tú
a.so-laste aquella herm.:>sa region, sin dejar cosa. viviente... .. .
Eliseo.-Amigos,
no os aguardaba en esta melancólica no–
che en que el mundo parece vol1er al cáos de donde salió: el
cielo está cubierto de negras nuhes, los rayos se suceden unos
á
otros acompañados del horrendo estampido del trueno, co–
mo para atemorizar á los mortales, y amenaza una tempestad.
¡Que espectáculo presenta á mis ojos atónitos el universo des–
figurado por la sensualidad!
¡Que cáos tenebroso de enferme–
dades, de errores
y
de pasiones! La lascivia es un fuego devo–
rante que consume á cuantos han nacido de mujer, es una lla–
ga insanable que afea
á
todas las clases de la sociedad, es un
enemigo cruel que
á
todos sojuzga, es ui:i vicio infamante, que
reina en la juventud y en la vejez; en el seno de la grandeza
y
entre los andrajos ele
la indegencia; él mancha el tálamo nup–
cial, él rompe los lazos conyugales, él lleva la desolacion al
seno ele las familias, él quita la paz, la salud
y
la vida.
Gerardo.-Yo
creo que, entre todos los vicios que, cubren
la tierra, ninguno hay que sea ménes temible que este.
Eliseo.-El
paganismo conoció la horrura de este vicio.
Las naciones mas bárbaras como las mas civilizadas han Ba–
blado sobre este punto el mismo idioma. Lee las produccio–
nes de los historiadores y poetas tanto griegos como latinos,
y
advertirás con admiracion que, ellos usaron en esta materia de
unos términos que, expresan demasiado la torpeza
y
el envile–
cimiento que lleva consigo este crimen nefando: crímen aborre–
cible que, afecta el carácter elevado del hombre, su dignidad
sublime, su orígen celeste. Amigo, empuña la luminosa an–
torcha de la
fé
y
penetrn al través de las misteriosas oscurida–
des que, cuhren el sér humano, considera que tu alma siendo
la imágen mas perfecta del supremo Criador, tieae por recep–
táculo tu propio cuerpo, que, si bien material
y
corruptible, es
no obstante la habitacion mas augusta del gran Dios del uni–
verso, consagrada por el bautismo y ennoblecida por el Espí–
ritu Santificador: con todo el hombre se atreve á contaminarse
con acciones criminales,
y
aun con deseos detestables á los
ojos de Dios.
Gerardo.-Amigo
mio, hoy me parece U. muy místico
y
muy exagerado.
Eliseo.-Pues
bien, amigo, dejaré los raciocinios para ha–
blarte el lenguaje propio de nuestro siglo; este es el de los he–
chos á los que apela contínuamente,
y
que no eludo tenclrán
mayor fuerza para com·encerte de la veracidad de
rni
aserto.
Quiero citarte una autoridad uada sospechosa de acetismo,. de