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coa,
y
sería locura suponerlo en el
cq~un
de los lectores. Re–
sulta, por consiguiente, que la mayor parte de los lectores, que
en verdad no pueden tener estas dotes, solicitados por las
en~
cantadoras frases que emplean los novelistas, por la superficia–
lidad del lenguaje que usan los periodistas y las atractivas fo1..
mas con que engalanan sus conceptos erroneos, vendrán
lenta~
mente á apropiárselos y abrazar, por fin, sus pestíferas doc–
trinas.
Gerard.o.-Yo
no veo los peligros que vos tanto temeis.
Eliseo.-Es
cierto, amigo, que muchos peligros no se ven á
primera vista, pues el astuto cazaclor sabe ocultar la trampa, ó
eubrir el veneno con cebo, así muchos escritores no atacan di–
rectamente la moral, ni combaten la religion en campo abierto
ni de frente, sino de lado y por la espalda; esparcen falsos princi–
pios que lleven á los ánimos la sospecha; en seguida ciertas du–
das de una apariencia honesta, que encierran concecuencias y
deducciones falaces.
Puedo asemejarlos á
esos mercaderes sin
fortuna, que para despachar sus efectos de
mtl.lacalidad, echan
mano de la astucia y del engaño con perjuicio de los compra–
dores sencillos: así todo lo han trastornado, todo lo han con–
movido
y
derribado; el incendio de los templos en España,
Francia y otras naciones, el asesinato de
1011
sacerclotes mas
virtuosos, el envenenamiento de honrados ciudadanos, el des–
pojo general de la Iglesia, la caicla de muchos tronos, el desór–
den y anarquía ele muchos pueblos no son mas que una conse–
cuencia bien que horrenda de otro incendio, ele otro asesinato,
de otro despojo, de otra an::trquía; del despojo O.e la moral, del
asesinato de la verdad, del incendio de los derechos de Dios y
de los hombi-es, de la a.narquía y separacion de la religion y la
sociedad. No cabe duda, amigo, que la prensa antisocial
é
ir–
religiosa es la máquina infernal de las doctrinas disociadoras,
y
los males que sufrimos son conselUencias de los incendiarios
y
anárquicos escritos cuyos dbtalles se leen siempr<t con in–
terés.
Giúllenno.-Mi
Gerardo, todo lo que halaga las pasiones
culpables halla tal simpatía en
el
corazon del hombre que
fá–
cilmente anubla su inteligencia y arrastra su \oluntad: consul–
ta la historia
y
verás los daños inmensos que á las costumbree
y
á la
fé
misma acarrea la lectura de esas producciones sofísti–
cas que halagan los sentidos con imágenes obscenas
y
depravan
el corazon con máximas perniciosas: verás á un Eutiques, al
principio defensor de la
fé,
y
luego pervertido por la leP-tnra
de un libro maniqueo, ena,rbola
~1
estandarte de la herejía,
é
infesta con sus escritos
á
una gran parte del Oriente. Verás