Previous Page  44 / 132 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 44 / 132 Next Page
Page Background

,-40-

enemigo capital de la verdadera civilizacion.

Gerardo.-Estoy

profundamente impresionado al eco de

verdades tan importantes, y de pruebas tan concluyentes, que

solo pueden negarlas los que han perdido el juicio. Adios, mi

Eliseo, mañana podremos tratar de la imprenta.

VELADA SEPTIMA.

La negra noche ha extendido su tenebroso manto sobre la

tiena, y alumbra mi paseo el reflejo de la débil

y

mórbida

lnz con que la luna

y

las estrellas colorean el velo trasparente

de las tinieblas que oscurecen el horizonte. Oyese un leve sil–

.bido en las hojas de los árboles blandamente mecidas por el au–

ra suave; el graznido del ave nocturna posada en la hendedUl"a

de una peña, alterna con el ruido que hacen las pisadas de

mis dos amigos por este sendero pedregoso. Ya estoy viendo

á Gerardo arrogante mozo que frisa en los

25

años, sus ojos vi–

vos y perspicaces, su voz dulce, su figura gallarda, su aire ma–

,gestuso,

y

sus finos modales revelan lo ilustre de su cuna. Lás–

tima que sobre asuntos religiosos tenga conocimientos tan su–

_perficiales, pero no es de admirar, siendo hijo de padres pro–

testantes: el jóven mal educado lleva. consigo el gérmen de la

depravacion.

Eliseo.-Buenas

noches, amigos, ya os aguardaba para tra–

tar ele la imprenta, que segun la expresion del gran Pontífice

L eon X, en el Concilio de Letran celebrado en

1515,

debe con–

siderarse como un favor particular del cielo, como una inven–

cion saludable, destinada á la gloria de Dios, al r obustecimien–

to de la fé,

y

á la propagacion de las ciencias

y

buenas artes,

sin embargo ha venido á servir, como lo recelaba el ilustre Pon–

tífice, para todo lo contrario.

Gerardo.-Gracias

a.1 génio creador del hombre

y

á la fuer–

za de su grande actividad, vemos que las prensas se multipli–

can de un modo prodigioso para ilustrar á su manera

á

la ra–

za humana.

Giállermo.-Es

cierto que los buenos libros ilustran el

li–

naje humano, pero un libro malo ocasiona su ruina. San Agus–

tín leyendo la vicla del grande abad Antonio se sintió fuerte–

mente movido á la imitacion de aquel famoso anacoreta pobla–

do1· de los deciertos; San Ignacio de Loyola por medio de una

buena lectura se convirtió de militar en un héroe, cuya fama se

hace ofr en las estremidades del orbe

y

que atravesando los

siglos i·esonará en los oídos del último vivieute; La Harpe, no