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mente no se sale virtuoso. Y ¿vale la ciencia sin la moral'?
Eliseo.-Ya
lo ves Gerardo, no son ya solos los frailes
y
los clérigos, los que invocan la religion como base necesaria de
t oda enseñanza, i:,ino se quiere hundir en un abismo al indivi–
duo v
á
la sociedad.
·aerardo.-Yo
no extraño que la
L iga de
la
enseñanza
ex–
cluya y separe la religion de la educacion secular, pues ya en
el siglo pasado el filósofo de Ginebra enseñaba esta doctrina.
Eliseo.-Es
cierto, pero hombres que no pueden ser ta–
chados
d~
adictos
á
los sistemas que se apellidan ele opresion
y oscurantismo; hombres conocidos por sus oponiones liberales,
clistingniclos por su ilustracion, llenos ele experiencia adquirida
en largos viajes,
y
cuyas palabras solo pueden ser la expresion
de convicciones profundas, hijas de la evidencia de los hechos,
han reconocido y confesado quela inteligencia substraída del
ín–
flujo de la religion se prostituye formando monstruosa alianza
con el vicio y el crímen. F eller dice que conoció á un niño
á
quien sus imprudentes padres habian criado segun el pernicio–
so principio del filo sofastro de Ginebra;
á
los ocho años era ya
un monstruo de lubricidad y ele malicia;
á
los once mató al cria–
do mas fiel de la casa. Fné necesario hacerlo desaparecer de la
sociedad ele los vivientes, encerrándolo,
y
detener con violencia
á
su mismo padre para que no lo matara. Así ha de suceder ne–
cesariamente, ¿cómo quieres que sean buenos hijos y excelentes
ciudadanos esos jóvenes que no tienen principios de religion?
¿cómo quieres que obedezcan, cuando desobedecen
á
Dios y se
bmlan de sus preceptos? ¿cómo quieres que teman á la autori–
dad, cuando no temen
á
Dios y se rien de su justicia?
Gerarclo.-No
ignorais, mi D. Elíseo, que muchos padres
y
muchísimos maestros miran con el mayor desprecio la educa–
cion religiosa, y creen haber llenado sus sagrados deberes ador–
nando las tiernas inteligencias de sus hijos ó discípulos con
solo los conocimientos científicos.
Eliseo.-Bien
sé que la mas terrible preocupacion de nues–
tros clias consiste en adornar las inteligencias ele los jóvenes
con flores estériles, cuales son por sí solos los conocimientos
científicos. No es la sola ciencia la que forma la prosperidad
de los pueblos, ni la felicidad de las familias ni mucho menos
el verdadero progreso de las naciones. Los
jóvenes~sin
una)ó–
lid a y cristiana educacion se lanzan en alas de su delirante fie–
bre,
y
guiados por sus ya viciados instintos desprecian toda
autoridad, y no se avergúenzan de ridiculizar todo cuanto tie–
ne visos de sumision,
cle~erencia
y acatamiento
á
los mayores.
Esos jóvenes embriagados con doctrinas de incredulidad, se a-