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Eliseo.-¡Oh
libertad!
tú
no eres para los malos mas qn3
te1 velo de su pen-ersidad; no se sirven de tu gran nombre mas
que para oprimir, corromper
y
destruir. Crom"\\ell llama ti–
rano, opresor
y
déspota á Carlos 1
° ;
el inflexible monarca espi–
ra en un cadalso alzado
á
la somhrn de su palacio de White–
H all;
y
sin embargo el tribuno liberal vuela
á
la Irlanda, la
veja, la oprime, la huella
y
la reduce
á
la indigencia en nom–
bre de la libertad, del derecho
y
de la civilizn.cion.
Siempre á
.la mismas causas,
corresponden idénticos resultados. Ma–
ñana nos ocuparemos de la enseñanza.
Gllillermo.-La
i10che .es ta:n oscura
y
espantosa que no
deja ver el camino.
VELADA SEXTA.
El sol de la tarde baila -con
luz débil
y
rojiza la cima
de los elevarlos cerros, que por tantos siglos han sido, ¡oh Are–
quipa ! testigos de tu grandeza
y
de tus desgracias. Un ve–
nerable anciano sobre cuya cabeza habian pasado muchos
lustros, llevaba ·en sus
facciones aquella marca cruel que
nunca dejan de imprimir los a.ños
y
los grandes infortunios.
Apoyado el codo sobre su rodilla,
y
sosteniendo con la mano
su frente, manteníase largos r atos en ademan meditablilldo, so–
lo ele vez en cuando, levantando la ca.beza, fijaba la
vis~a
sobre
!los objetos que le r odeaban, como si quisiera solazarse de sus
penas. El cuadro que se -representaba á sus ojos era algo
halagueño, .Pero en cambio tenia aquel tinte melancólico
y
sombrío con que el
crepúsculo nocturno pinta á todos
los
séres ele la naturaleza, acomodándose así con la triste situa–
•cion ele un desgrauiado. Los edificios de la ciudad se ha–
bían cubaerto de un color oscuro, al otro lado se veia el
rio que unas \eces roíl.aba con rapidez sus cristalinas aguas,
y
otras las aclormeC'Ía eu su lecho . Veíanse
á
lo léjos los cer–
ros, cuyas neyadas cimas se ocultaban eu las nubes,
y
cn–
ya eidraua vista formaba, el horízontc mas
á
propósito pa–
ra la meclitaciou de grandes asuntos.
Era Eliseo profundo pensador
y
contaba las cosas pa–
sadas tn.n uien que
parecia que se estaban viendo,
y
con
tal concision que Guillermo
y
Gcrardo nunca se cansaban
.de oirle. El profundo conocimiento que tenia de los hombres
y
de los designios de que son capaces, le hacía prever
el
porvenir; en sn frente parecia reYol..-erse los mas a reYidos
'royedos, dab
u torno de sí una mirada
scudrinaclora,