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los grande. princ;1p10s de la libertad uni rnrsal.
Elisco.-Yo
no veo en la Revolucion francesa la libertad,
sino la opresion: ciento treinta
y
ocho arzobispos
y
obispos, se–
santa y cuatro mil curas ó vicarios condenados
á
dejn.r sus se–
des ó parroquias, ó á pronunciar el juramento de aposta,sía,,
multitud numerosa de otros eclesinsticos, infinidad de religio–
sos,
y
una, grancliosa cáfila de monjas despojaclfLs de sus bienes
y
arrojadas de sus asilos: los templos del Señor convertidos en
casas ele obscenidad, en ciÍrceles para los sftcerdotes,
y
en otros
infames empleos indignos de referirse; trescientos ministros de
la Heligion entregados á la muerte en un solo dia, en una sola
ciudad, toilos los clemás pastores fieles á Dios ó sacrific9.dos ó
desterrados, buscando errantes por entre tempestuosos mares,
y
sufriendo crueles desdichas
y
atrocidades, alguna acogida en
el
extranjero, fué el espectáculo que clió al mundo la Revolucion
francesa, esta
fu é
la libertad tan cacareada que dió
á,
los pue–
blos. Ser liberal á costa de la verdad y en beneficio del error,
á
costa del bien
y
en provecho del mal, es ser funestamente libe–
ral; porque la libertad del mal es la muerte de la verdadera
libertad; todo cuanto se le concede, se convierte en opresion.
Gerardo.-Bien
se conoce, mi Don Eliseo,queno sois liberal,
pero ¿puede darse palabra mas bella que liberalidad, es decir
generosidad,
y
esplendidez?
Eliseo.-Amigo,
el espíritu revolucionario ha pervertido
las mas bellas palabras al apropiárselas, pues el liberalismo tflll
cual se entiende en nuestros días suena á falso como una mo–
neda de mala, ley:
y
atacar al liberalismo equivale
R,
defender
las libertades civiles, las libertades públicas, las libertades polí–
ticas necesaria.s para su ejercicio, libertándolas de un funesto
compromiso, realzandolas en su bella solidaridad, para oponer–
la
á
toda tiranía.
Gerarclo.-¡J
esus! que ojeriza al liberalismo, siendo así que
e.s la libertad mas ámplia que se á concedido al hombre.
Git.illenno.-Amigo,
esto será en teoría, pues en la práctica
el liberalismo no es mas que la permision del mal,
y
b
repre–
sion del bien, al paso que la verdadera libertad es la perfectiuili–
dad, la verdadera libertad un gran bien, es un don que proviene de
Dios;mas la posibilidad del mal es una imperfeccion, es uu defecto,
no un atributo; dimana de la limitacion nativa, inherente átoda na–
turaleza creada, pues e(S inadmisible que un bien cualquiera lleve
consigo esencialmente el mal. Si la posibilidad de elegir el mal fue–
se libertad, Dios libre por esencia, y que nos ha dadolalibertad¿no
la habia ele poseer? ¿carecería de lo que constituye una condicion
de la libertad? Léjos ele esto el mas libre ele toclos los seres sería