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un médico filósofo, del protestante Tissot. Un jóven natural

de hlontpeller, estudiante de medicina, murió por t::fecto· de ex–

esos en esta clase de desórdenes. La idea de su crímen habia

herido su imaginacion de tal manera que, murió con una eRpe–

cie de desesperacion, creyendo ver el infierno abierto

á

su lado

pronto

á

tragarlo.

El

doctor Doussin-Dnbrenil refiere que un

niño adqnirió este vicio desde la edad de cinco aüos, y

á

pesar de

todo cuanto pudo practicarse, murió á los diez y;seis despues de

haber perdido·del todo la razon á los once. Befiere el mismo

Dous:>in-Dubrenil que, una persona tenia tan vivos deseos de

corregirse que se acostó por espacio de un año sentada en una

silla con las manos atadas á los lados, y una argolla fijada

en la pared, la cual tenia todo su cuerpo sujeto, se entregó de

nuevo á este torpe vicio con tanto exceso, que, dos dias despues

la hallaron tendida en tierra, muerta y bañada en su sangre.

El Dr. Campe dice haber conocido un niño de nueve años, que

babia perdido la vista á consecuencia de este vicio vergonzoso.

Tissot cita muchos ejemplos semejantes que yo no me atrevo

á.

referir. No dudes, amigo, que muchos espectáculos y represen–

taciones teatrales encienden las pasiones é inflaman los malos

deseos, y halagan la ambicion, enervan las almas: y ¿de qué

modo esas alma(desfallecidas sostendrán por largo tiempo

y

con energía una organizacion arruinada, bien que jóven aun,

pero gangrenada por los deleites?

Semejante á esos áTboles

verdes todavía, cuyo interior está podrido, que no tardan

á

co–

ronarse de ramas muertas y secas, así el hombre corrompido os–

tenta en vano las decoraciones de su cuerpo ó mas bien su

fi–

gura exterior; es un brillante sepulcro que solo encierra un

cadáver.

Giúllermo.--

Mi

Gerardo, los dos nos hallamos en la cadu–

cidad de esa

edad

de disgusto, de dt::scontento, de aversion

á

Jos mas santos afectos que pueden hechizar nuestra vida, pues

tu sabes muy bien que no hay cosa mas propia para extinguÍl'

la paz del corazon y envenenar todas las virtudes que el de–

leite sensn:tl: con el goce de dichos placeres se destruye el vi–

gor del alma; la fuerza, la constancia, el valor, el celo, la acti–

vidad, el amor, el trabajo, el génio para las empresas gTandes

y

sublimes, todo se hunde en el golfo de la molicie

y

de la

di~

solucion.

Pero lo que merece ·particular observacion, son los

efectos terribles de este vicio respecto á la sociedad. No hay

cosa mas inmediata á la crueldad que la impureza, dice uno de

los mas juiciosos escritores de nuestro siglo: el hombre degra.·

dado por estas sensaciones brutales, cae en el egoísmo mas

bestial,

y

no considexa

á

sus

semeja.ntes sino como instrumen-