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bierto de densas
y
oscuras nubes, ocultando por com1)Teto es05
misteriosos signos del fírmaimento, que con el nombre de
estre~
llas son el consuelo del caminan:te é infalible guia del naveganw.
VELADA NOVENk
Es la hora en que el sol se dispone
á
abandonar el ciefo,
y
las sombras de la noche parecen salir del fondo de los mares
como ansiando la conquista del firmamento;
á
esa hora en que–
la violeta alza su caliz al cielo
y
Ja.
:fragante magnolia inclina
f:!_us bojas bácii:t la tierra, vénse cruzar por las orillas del Chilí
dos jóvenes elegantes que se encaminan
á
una quinta, quienes
divisan á lo lejos á un majestuoso n,nciano sentado
á
la som–
bra de un frondoso árbol, tiene el cuerpo inclinado, el codo
descansa sobre su rodilla, el carrillo derecho apoyado en la
palma de la mano, parece que contempla con verdadero éxtasis
los caprichosos celajE:s. que preceden
la
puesta so-lar...... Don
Eliseo permanecía sumido en dulce
y
silenciosa contemplacion,
cuando llegaron sus dos amigos.
Don Eliseo.-Amigos,
en este momento contemp1aI:ra aI
genero hunano difundido por todo la tierra; sin intentar gra–
duar con exactitud el número total de Jos hombres que viven
en el globo (número necesariamente variable, segun los años
de hambres ó de abundancia, las épocas de paz
o
de guerra,
las enfermedades contagiosas, las inundaciones
y
otras gran–
des revoluciones} puedo ooncedet·
ú.
la Europa ciento sesenta
millones de habitantes: al Africa, segun dicen algunos, ochen–
~a
millones ó mas: á nuestra América con sus islas cerca de
otros tantos: al Asia con las tierras Australes la daré hasta
quinientos ochenta millones,
y
á
la China s-e Je supone
la
quinta parte; cuyas eantidades componen poco mas ó ménos
nuevecientos millones de seres humanos. Red aquí mas de se–
tenta mil individuos que nacen y otros tantos que mueren to–
dos los dia.s. Cada minuto Ye mas de cíen muertes
y
naci–
mientos: ¡así cone siu cesar el torrente de
Ja
víclat Pero no
penseis, amigos que hemos recibido una villa corta, sino que
nosotros nos la abreviamos con los Yicios, ó en nuestra con–
cepcion nos la acortaron nuestros padres con sus desórdenes,
inoculándonos el gérmen de las mas penosas enfermedades.
Gitillermo.-En
efecto, un hombre depravado, ó una na–
cion corrompida es el mas triste espectáculo que pueda pre–
sentar la humanidad: es la guarida inmunda del vicio, la cruel
tiranía del egoísmo. Despreciada la virtud, conculcada la mo-