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base de tranquilidad, órclen y progreso en las naciones, con–
siste en la moral pública y privada.-Los dos amigos partie–
ron hablando recíprocamente á la luz de la luna, marchando
por un camino angosto siu
m.astestigos que la brisa de la
noche y los débiles rayos de la reina de las tinieblas que caian
sobre ellos. Eliseo abic¡;mado en sus recuerdos, permaneció in–
m6vil algunos instantes, contemplando con religioso silencio á
los amigos que se alejaban.:; desaparecian bajo las sombras del
los árboles.
VELADA DECIMA
El sol acaba de hundir el último rayo en Occidente.
lÜ noche! que bella -eres cuando la clemencia de Dios se retrata
sobre las olas del Chili; cuando la luna derrama sobre su intra–
quilo seno la tibia luz de su frente. Aquí el corazon se ensan–
cha,
y
al t.::uder la mirada por el azulado horizonte, parece que
se dilata algo dentro de nuestro ser. El sordo ruido de
la.so–
las del Chili tiene mas armonía que el bullicio ruidoso de los
hombres. La poderosa voz de los vientos es menos temible que
la.s palabras falaces que se emplean en la sociedad para bmlar
nuestra buena fé....
Eliseo esperaba
á
sus amigos, y sus ojos parecian gozarse
-en la contemplacion de la noché: su mirada tenia
~lgo
de gran–
de como la inmensidad Je los cielos; algo de melancólica como
los rayos de l.a luna .. .¡Oh! que ilusiones nos formamos! exclamó
Eliseo exhalando un prolongado suspll:o. El hombre de corazon
egoista, que vive solo para sus pasiones, apénas puede en–
tender que, haya homhres generosos como los ungidos del Se–
ti.orque consumen su \ida haciendo bien
á
sus semejantes, re–
cibiendo lu.s mas Yeces por toda corrcspondenqia ingratitudes y
<lesprecios, cuando no persecucion y muerte. Hubo un momen–
to de pausa hasta la llegada de Gerardo
y
Guillermo.
Eliseo.-Amigos,
estaba. pensando que el sacerdote es el ser
mas apreciable de la sociedcLd, la beneficencia y el consuelo
personificado. El gran Alejandro, ante quien enmudeció la tier–
ra, segun la ex:presion ele
ht
Escritura
(l.
J\lach.) iba con un
formidable ejército á Jernsalen, resuelto
á
pasar
á
cuchillo
á
todos sus hal.Jüantes. No pudiendo el sumo sacerdote Jaddo
resi~tir
al poder de tan gran conquistador, le sale al encuen–
tro con muchos sacerdotes re>estidos de hábitos sacerdota–
les. Al verlos Ale.i<mclro se sinti ' penetrado de tanto respeto
que olvidando su enojo se apeó del caballo
y
haciéndoles una