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profunda reverencia, fué con ellos al templo á ofrecer sacrificios
y
concedió liberalmente todo cuanto le pidió el sumo sacerdote
para aumento del culto divino. No comprendia el ejército
mudanza tan repentina;
y
como un gran privado suyo, llama–
do Parmenio, le preguntase la causa, respondió el magnánimo
Príncipe, aunque gentil: " Jo hice yo r everencia
á
un hombre
sino
á
Dios cuyo sacerdote
y
ministro es
(J
oseph lib. 11. anti–
quit c. 8.) El sacerdote es el hombre del desprendimiento
y
de la caridad; resume &n su persona toda clase ele abnegaciones
y
de sacrificios.
Gerardo.-Si
esto es así ¿porqué se ódia tanto al clero?
Eliseo.-Se
ódia al clero porque no se le conoce, las ma–
sas solo le han visto retratado por Voltaire, por Sue ó por al–
gun otro de sus jurados enemigos. ¡"l\Iiserables! sepultados en
una ignorancia horrorosa
están{~
merced de unos cuantos nove–
listas
y
poetas condenados
á
cantar continuamente fábulas, ca–
lumnias
y
mentiras. El dia que enterraron
á
Barras, fogoso re–
volucionario, muerto en 1829, un hombre incapáz de acersion
alguna contraria á verdad, viendo mucha gente reunida delante
la puerta de la casa del difunto,
y
viendo á muchas personas que
subian
á
su cuarto, subió él tambien. Antes que el cortejo fú–
nebre se pusiera en marcha, oyó
á
un jóven
y
á un
anr:ia.noque hablaban en medio clel círculo" ¿Se acuerda U?, decia el
uno, como al acercarse su última hora, nos insinuaba que vería
con gusto un sacerdote,
y
como yo le tranquilizaba diciéndole
que bastante tiempo tenia para pensar en ello?" "Y yo, decia
el otro, ¿no le he afeado su proceder, cuando un poco mas tarde
manifestó deseos de ver al señor arzobispo de París? ¡Ah! si le
hubiésemos dejado hacer, probablemente habria muerto de un
modo vil,' pues parecía di. puesto
á
flaqu€ar,
y
á dejarse
ir
á
su
idea de sacerdotes." En L1 hora de la muerte no se escucha el
graznido de la calumnia, y .aun el incrédulo mas obcecado quie–
r e un sacerdote.
Gui/lenno.-El
mundo necesitará siempre sacerdotes para
el culto religioso, p:wa la enset'lanza ele la ley
y
ele la moral,
como necesitad. siempre de gobernantes para las cosas públi–
cas, y profesores para las artes
y
las ciencias. Y ¿cuál es la
in titucion bajo el simple aspecto humano que desde el orígcn
de los tiempos baya sen-ido mejor
á
la sociedad de los hombres?
quizá mucho políticos no han comprendido ba tante la fuerza
que les dá la religion para el gobierno de los pueblos. El sa–
c.enlote es fuente de luz
y
de doctrina: en el como en un
venero riquí imo lo fiele encuentran
la
ciencia. El, cual sol
b~nefico,
derrama sobre el mundo intelectual lo rayos consola-