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razon cuanc1o asegumba que los hombtes estaban predestínados

á

las penas eternas.

l\Ia.nés ·íendo la santidad de Dios creía te–

ner razon cuando pretendía probar qne babia dos principios

creadores, opuestos el una al otro. Pope admírando la sabidu–

ría de Dios creía foner razon cuando decia que habitamos el me–

jor de los mundos posibles, y que una tierrn de pecaclo es pi-e–

'ferible á una tierra de santidad

y

viTtnd.

El

suícida,

e1

ebrio,

el sensual, el usurero, todos, todos creen tener razon en su mo–

do de proceder.

Pero yo digo que hallándose nuestra natura–

leza maleada por la culpa, nuestra razon no vale sino para for–

mar dudas, para eternizar una disputa, p;i,ra hacer conocer aI

hombre su impotencia, y la uecesídad de tma revelacion divina,

y

de una autoridad infalible que trasmita seguramentete la re–

velacion y manifieste fielmente su sentido. Esta divina reYefa–

cion _la hallamos en el catolicismo, y

la

Ínfahoili:dad en su pon–

tífice.

Ez.iseo-Los hombres desconfian de la razon de sus serna- ·

jantes, miéntras no esté garantida con el juramento, que es ui;ia

protesta pública de la religion.

Se exije el juramento en los

negocios del mundo en que median altos intereses, en los tra–

t'aclos de paz

y

alianza, en los primeros cargos del Estado , y

hasta en la administracion de justicia.

Y

¿quién se fiará de un

hombre sin religion, por grandes que sean sus talentos? No

creo, mi Gerardo, que le fiaseis la vida, la honra, la fortuna..

!Jos mit>mos coriféos del filosofismo íntimamente convencidos

de esta verdad, se decian: para criados que nos sirvan, busque–

mos buenos cristianos, porque si los tomamos de los de nuestra

escuela, estamos espuestos

á

perder toclo cuanto nos pertenece:

he aquí un justo homenaje que el vicio mismo rinde á la virtud;

aisí la mentira acata

á

la.

verdad.

Gera.rdo.-

¡Qué!

¿por seguir al catolicismo, hemos de re–

chasar la razon,

ó

cubrirla de tinieblas?

Eliseo.-Lo

que digo es que en el estado actual de nuestra or–

ganizacion, larazon es insuficiente para·conducir al hombre

á

su

último destino,

y

aun para su comportamiento moral

y

social:

y

esta insuficiencia la confesaron antiguamente Platon, Plutar–

co, Jamblico, Porfirio

y

el mismo Juliano Apóstata:

y

para con–

vencerse, no hay mas sinoobservará los filósofos modernos que se

apartan de la ortodoxia cristiana, pues todos ellos no estable–

cen mas que teorías destructoras de la familia, de la religion

y

de toda la sociedarl.

Y

á

la verdad, ¿quien podrá negar que

pcir razon de la culpa hereditaria nuestro entendimiento está

de)lilitado, nuestra voluntad inclinada al mal, nuestrns senti–

ml

n toR

Yi criados, nnedras suRceptibilidades heridas, nuestras