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cio.s naturales se desarrollan con una rR.pidez

inconcebible,

~

causf1 de haber el hombre roto las ataduras con que la religion

aprisionaba su inteligencia.

Eliseo.-Admiro el progreso intelectual, el adelanto de las

ciencias

y

de

las artes, solo lamento que el hombre descuide

la

investigacion de aquellas verdades que debieran llamar prin–

cipalmente su atencion.

Gerardo.-¿Puede

el hombre emplear su grande actividad

y

su genio creador en algo mejor que en esos adelantos? Bien se vé,

que la religion ocupándose de la vida futura., se constituye ene–

miga de los intereses de la sociedad.

Eliseo.-La

religion ocupándose de la ciencia del espíritu,

de la práctica de la virtud

y

de la extincion del vicio, labra el

bienestar del individuo

y

de la sociedad;

y

léjos de oponerse á

la difusion de las luces, al desarrollo de la inteligencia, á los in–

tereses materiales del

hombre~

vé con gusto todo lo que pueda

contribuir á extender las ciencias,

á

favorecer el comercio, á la

prosperidad

y

gloria de las naciones. Por esto se asocia á to–

das las empresas realmente útiles, las fomenta, las corrobora,

las bendice. Aquí la vemos bendecir la primera piedra de una

casa de educacion; allí un ferro-carril que vá á estrechar las

distancias; en otra parte las banderns que, han de llevar á lo lé–

jos el honor, la fama y la gloria de nueetra patria: seguidla en

su marcha triunfal, y la veréis en todas partes derramar á la

manera de una copiosa lluvia la abundancia de las riquezas con

los dones celestiales: ella alienta á la agricultura, proteje las ar–

tes, impulsa al comercio, vigoriza

á

todos los:elementos de pros–

peridad nacional, civiliza al mundo, arranca con mano fqerte la

esclavitud, y plantea el árbol de una sabia libertad, base de las

grandiosas obras del hombre.

Gerardo.-Yo

lo que veo es que, cuanto el hombre es mas

i·eligioso es tambien mas estolido.

Guillermo.-Mi

::i.migo, no digais jamás semejante dispara·

te: el vicio si que puede embrutecer al hombre, jamás la reli–

gion. Ella inspiró los cantos inmortales del Petrarca

y

del Ta–

so; el Paraíso perdido de Milton; la Religion

y

la Atalia de los

Bacines; la Oda al Tajo

y

á la Ascension de Fr. Luis de Leon; el

Infierno de Dante; la Cristiada <lel P. Ojeda;

los Mártires y el

genio del cristianismo de Chateaubriand; las Noches de Joung;

el Ensayo sobre el hombre de Pope; la Mesiada de Klopstok;

las oraciones fúnebres de Bossuet; el Telémaco de Fenelon; los

Sermones de Massillon, de Bridaine y del P. Lacordaire; los cé–

lebres escritos de Balmes

y

otras obras memorables. Ade–

más prescindiendo de los Padres de la Iglesia,

doc~ores

y

ecle-