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doctrinas mas corruptora.s que amenazan al mundo colño un

(lontajio letal: por do quiera se organizan esas siniesttras socie–

dades, conociclas con el nombre de

Internacionales

que conci–

tan el ódio dx:i las clases pobres contra los ricos, arrancando

del corazon de las clases menesterosas las verdades cristianas

que moderan sus deseos, y les hacen sufrir con resignacion los

males de la vida presente. Son mu.y pocos los qüe conocen

la

maguittld del mal que amena-za

á

todos los Estados,

y

produce

~saespantosa

fermentacion de todas las malas pasiones que ru–

.gen hoy en el fondo de las sociedades, como rugen los volcanes

en las entrañas de la tierra.

Ge~·M·do.-Bien

veo, que en muchas cámaras de diputados, en

varias escuelas y en algunos periodicos se proclaman las ideas

comunistas, la nivelacion monstruosa, la abolicion d·e la pro–

piedad, del matrimonio

y

de la familia, pero creo que los gobier–

nos y los pueblos están interesados en contrariar esas doctrinas

disolventes y hacer que triunfen los sanos principios.

Eliseo.-Es

cierto que los gobiernos y los pueblos están in–

teresados en combatir esas doctrinas antisocialc:;s, pero creo que

en lugar de contrariarlas las favorecel!án, po1'que, son mas con–

formes

á

nuestra corrupcion: no obstante yo pienso como Guizot

que está en nuestro siglo la imperiosa necesidad de fortalecer el

sentimiento moral y la idea l'eligiosa, si se quiere salvar la socie–

dad; sin esto ni los gobiernos, ni los·reyes, ni las dinastías esta-

1·án seguros en sus tronos; ni habrá paz en los pueblos. Este es

el epítome ele la historia moderna de Francia, España

é

Italia;

este es el triste porvenir de Austria, Alemania, de la Europa en–

tera; éste es el terrible cáncer que devorará á la presente genera–

<lion, segun los síntoma.s- que presentan. Ni constitucion, ni

gobernacion, ni autoridad, ni libertad sin catolicismo. Este es

el principio de toda vida.·El primer deber del eindadano es el

amor

á

Dios y

á

la religion, el respeto á la ley

y

la obediencia á

los poderes constituidos por

ell~.

La verdadera libertad civil se

cimenta con el fiel complimiento de los deberes religiosos, con la

exacta observancia de la ley; con el órden que afianza la paz;

y

llenando cacla ciudadano sus obligaciones, se hace digno de go–

zar ele sus derechos. Muy bien se ha dicho que jamás se podrá

conseguir una república estable, poderosa, ff>liz y perfecta, sino

en un pueblo verdaderamente católico, que revela la verdad, la

uniclacl, la solidez

y

la santidad de sus creencias, por medio de

la exacta observancia de toda:s las leyes y de todas las prácticas

de su religion.

G1úlle1·mo.-Muy

bien habeis hablü,c1o, D. Elisco, el catoli–

cismo se adapta perfectamente

á

toclas lai formas ele gobiel'no;