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era reconocido ó invocado e l R. Pontífice como juez infali

ble en ma terias dogmáticas. Empecemos por la nlidosa

controversia que se movi ó en A ntioquia, de la que

SE'

hace

mencion en el ca pítulo 19 de los hechos apos tólicos. Soste–

nían algunos, que no podían salvarse los que no se circun–

cidaban;

á

lo que se OlJonian fu ertemente P a blo

y

Bernabé.

Se acordií que

e~tos,

'y

a lgunos del otro partido,

fue~én

á

J erusalén,

á

consultar á los apóstoles

y

presbíte1·os sobre

e l punto en disputa. Los apósto les

y

presbíteros se reunie–

Ton en J erusal e n para examinarlo: h abló Pedro, habló San–

tiago; y

á

nombre de todos se espidió la d efinicion, y se en·

via1'0n suj etos

á

A ntioquia con una cm·ta al ·caso, a utoriza–

da por los apóstoles

y

presbíteros. Segun esto, una cuestion

en que algunos pretendían obligar

á

los gentiles á judaizar;

era doctrinal, ó pertenecía

á

la veTdad del eva11jelio,

en es–

presion de S. Pablo. Pues bien: los cristianos no se dirij en

á

S. Pedro para que termine la cuestion, como debería ser,

si la Iglesia estuviera desde entónces convencida, de que era

propia del Primado esta prerogativa, sino que se encaminan

á

los apóstoles y presbíteros.

42.

Conducta de los Obispos del

Asict

meno•· con el Papa

Victot·.

.En siglo 2.

0

d e la Iglesia se suscitó otra cuestion con

motivo de la celebracion de la Pascua. Todas las Iglesias

del Asia menor la celebraban en el dia 14·d e la luna de Mar–

zo, alegando 'Una costumbre a ntigua hasta llegar al Apó s–

tol S. Juan: las <lemas I glesias la celebra ban en el Domin–

go siguiente, apoyándose tambien en la tradicion d e los após–

toles. E l Papa V íctor, nos valemos d e las palabras del his–

toriador Eusebio, "se emp eñó al instante en separar de la

comunion á la s Iglesias d e l Asia , por tener sentimientos

contra rios á la

fé-tamqumn contra,·ia •·ectm .ficlei sentientes,

y proscribió á tod qs sus hermanos, pronunciando que esta–

ban separados de la unidad d e la Iglesia. Pero no todos

los obispos, aun de los que opinaban como el Papa

á

pro–

pósito de la P ascua, miraron bien s u proceder; sino que le

amon_esta ron, que se rev istiese d e sentimientos de paz, uni–

dad y carid ad, y aun se conservan las epístolas que le di–

rijieron hablándole con aspereza." S i el P apa hubier a esta-