-.55-
eo numeroso,
y
pidieron nuevo Concilio, que se reumo en
Aries, donde Ceciliano fué absue lto nuevamente. No vemos
en esta relacion ningun derecho papal de recibir apelacio–
nes; lo que l.abria allanado el camino, y terminado mas
p rontamente la contienda.
V. El Conci lio general y pri mero ele N icea, p ara po –
ner término
á
las excomuniones fulminadas por los obispos,
dis puso en el cán.
5.
0
que cad a año se celebrase por dos
veces el Concili<' provincial; y que una de las veces fuese an–
tes de cua resma, para que " desa pareci endo toda disension,
se ofrezca al Señor en la Pascua el d on purísimo." N i una
palabra del d er echo ele a pelaciones en el R. Pon tífice; silen–
cio que sería vituperable, á ser esencial á sn P •·imado.
VI. S . Atanasio. pa tria rca d e Alejandría, fué juzgado
y d epuesto en un Concilio de Tiro, compues,to en la mayor
parle de eusebianos. Otro Concil io d e A lejandría le declaró
inocente, y dió noticia de ello al Papa Jul io, y á todos los
obispos de la Iglesia católica. Con este motivo los euse bia–
nos escribieron al Papa, y le pidieron que fuese juez él mis–
mo; con lo cual hizo el Pontífice la convocatoria,
y
e n virtud
de el la,
y
no por mov imiento espontáneo, concurrió
a
Roma
San Atanasio, que fué oido
y
ab~uelto,
esci'i biendo .Julio por
todo el Concilio una epístola
á
los obispos reunidos en A n–
tioquía. No bastó lo hecho para fenecer el asunto, y en el
Concilio de Sá rdica fué oido de nuevo San Atanasio, y de–
clarado inocen te. N ada aparece en la anterior
re lacion, so–
b re que fundar e l derecho de apelaciones al Romano Pon–
tífice, que habria sido el medio es pedito y último pa ra te1·–
n1inar
la
causa.
VII.
El mencionado Concilio de Sardica tomó oca–
sion de la causa de San Atanasio, 1nra di sponer, que " aque–
llos que hubiesenjuzgado
la
cansa de un obispo, pudieran,
á sol icitud de éste, escribir á .Julio, obispo de -Roma, quien
si e ra d e parecer que se i·enovase el juicio, nomhrám jueces;
per o si creia que no babia porque ren ovarse, q uédase con–
firmado, ó se ll evase adehtnte lo hec ho." Se miadió, qu'e
mient•·as tanto, no se diese sucesor al obispo enjuiciado. E n
caso de que
el
Obi~po
de Roma tuviese á bien la renova–
cion del examen, tenia que "escribir
á
los obispos de la pro–
vincia vecina, para que examinasen el asunto;
y
si el obispo
acusado pedia, que e l obi po de Roma enviase un legado su-