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eo numeroso,

y

pidieron nuevo Concilio, que se reumo en

Aries, donde Ceciliano fué absue lto nuevamente. No vemos

en esta relacion ningun derecho papal de recibir apelacio–

nes; lo que l.abria allanado el camino, y terminado mas

p rontamente la contienda.

V. El Conci lio general y pri mero ele N icea, p ara po –

ner término

á

las excomuniones fulminadas por los obispos,

dis puso en el cán.

5.

0

que cad a año se celebrase por dos

veces el Concili<' provincial; y que una de las veces fuese an–

tes de cua resma, para que " desa pareci endo toda disension,

se ofrezca al Señor en la Pascua el d on purísimo." N i una

palabra del d er echo ele a pelaciones en el R. Pon tífice; silen–

cio que sería vituperable, á ser esencial á sn P •·imado.

VI. S . Atanasio. pa tria rca d e Alejandría, fué juzgado

y d epuesto en un Concilio de Tiro, compues,to en la mayor

parle de eusebianos. Otro Concil io d e A lejandría le declaró

inocente, y dió noticia de ello al Papa Jul io, y á todos los

obispos de la Iglesia católica. Con este motivo los euse bia–

nos escribieron al Papa, y le pidieron que fuese juez él mis–

mo; con lo cual hizo el Pontífice la convocatoria,

y

e n virtud

de el la,

y

no por mov imiento espontáneo, concurrió

a

Roma

San Atanasio, que fué oido

y

ab~uelto,

esci'i biendo .Julio por

todo el Concilio una epístola

á

los obispos reunidos en A n–

tioquía. No bastó lo hecho para fenecer el asunto, y en el

Concilio de Sá rdica fué oido de nuevo San Atanasio, y de–

clarado inocen te. N ada aparece en la anterior

re lacion, so–

b re que fundar e l derecho de apelaciones al Romano Pon–

tífice, que habria sido el medio es pedito y último pa ra te1·–

n1inar

la

causa.

VII.

El mencionado Concilio de Sardica tomó oca–

sion de la causa de San Atanasio, 1nra di sponer, que " aque–

llos que hubiesenjuzgado

la

cansa de un obispo, pudieran,

á sol icitud de éste, escribir á .Julio, obispo de -Roma, quien

si e ra d e parecer que se i·enovase el juicio, nomhrám jueces;

per o si creia que no babia porque ren ovarse, q uédase con–

firmado, ó se ll evase adehtnte lo hec ho." Se miadió, qu'e

mient•·as tanto, no se diese sucesor al obispo enjuiciado. E n

caso de que

el

Obi~po

de Roma tuviese á bien la renova–

cion del examen, tenia que "escribir

á

los obispos de la pro–

vincia vecina, para que examinasen el asunto;

y

si el obispo

acusado pedia, que e l obi po de Roma enviase un legado su-