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derecho ele dar reglas, que variando como

las opi niones é

:intereses de c.:1da uno, causarian un e'spantoso desórden,

una anarquía

sistcm~d a

en

la

socic<l ad.

S i nuestra re–

flcxion, aplicada

á

la I g lesia no convence á los curialistas,

les convence1·á la palabra del eximio S uarez, <¡uien

reputa

por absurdo, que en la Iglesia haya d os lejisladores, ó dos

jefes, aun cua ndo uno de ellos lo fuese por delegacion-·

quía non possant esse in ecclesia duo capita, nec etimn per

delegationem.

Si pues los concilios generales ha'! sido re–

conocitlos desde el principio por lcj isladores d e la Iglesia,

nó lo son los Romanos Pontífices. E n la d isertacion d e

Concilios

se comprende!

á

mejor el p ensamiento.

zz.

Verdadera idea

de

las

C07lS!tltas qlle

se ltacian

a

los

Papas.

, Es natural ocurrir á otros, para que suplan ellos

lo que

nos falta, ó para consulta1· el acierto con la cooperacion.

l'or eso los E mperadores Romanos dispusieron, que los

pre~identes

de las pro.vin cias se d irijiesen

á

los prefectos

d el ·pretorio, y al príncipe mismo e n los casos dudosos. En

la lglesia se observab¡t proporcionalmente la misma con-·

ducta; y los patriarcas

y

metropoli tanos tenían el derecho

de recibir las consultas d e los obispos de su provincia ó re–

j

ion: respecto del Romano Pontífice existía uqa razon pa r ·

tiCLdar-

la de su Primado. Los que r ej istren las epístolas

que en respuesta daban los Pap«s, por ej emplo Siricio é Ino–

cencia I á las consu ltas de va rios ob1spos, advertirá n a l mo–

lnento, que estos

Papas

no

establecian reglas,

como si fue–

ran lejisladores en la Iglesia, sino que se remitían

á

lo dis–

puesto a ntes-los preceptos divinos, los cánones, la cos–

tumbre: oficio suyo era velar en la observancia d e las reglas

eclesiástica s.

23. Decretalcs á.favor del poder lejislativo del Ronwuo

Pontifice.

" Lo que era costumbre en tiempo d el Conci lio Niceno,

á

propó sito de !a co.ntine11cia de los eclesiásticos,

y

lo que el

Concilio no prohibió, ó que los p1·esbíteros y diáconos se

abstuviesen d e sus:esposas, lo convirtió en necesidad el Papa