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XIII

de la especie humana

ene un derecho natural de domeñar la otr:l.

porcion 1nas nume rosn,

y

emplear al

caso

los

eficace&

medios de la

fuerza, la •educcion,

y

el fraucle : que s i los Conq uistadores espada

en

m~s no

suLyugaron pueblos,

~y

los retuvieron bajo de su denomi–

nacion por

~iglos,

mas largos h.m :-,ido Jos que hizo durar la impos–

tunl ,

pervirtiendo la

conciencirt,

y

cambiando los nombres de las

cosu s: que

el

medio de ilustrar

a

lo$ pu(•blos

y

moralizarlos, es im–

posible

ele

oUtencr:;e,

y

r eligroso

y

noci·;o

á

las clases privilegia–

das, ~

que nO deben descender al pueblo, ni

elennlo

hasta sí: que

la modc!:>tia

y

popuhniclud del

régimen

eclesiástico

~staría

b ien en

los

tiernpo3

apostólicos; mas no cuar,do e) Supremo P astor se llama

y

PS

rnona rcn, con plenitud de poder o absol utismo: que hai bellas

palab ras

y

brillantes teorías, de cuyo influjo ha sido preciso apro–

vecharse p:..tra ganar prosélitos; pero c¡ uc una vez logrado el intento,

está de mas,

y

conviene a.l.JatH.lonarlas

y

reprobadas, cualesq uiera

que sean lus contradiccione::;

en

que incurramos,

y

la verg ü enza

que hoyamos de suLir. Haule así la Curia: ¿no obra as!? pero con–

riese al m:smo tiC"mpo, q ue no es l:l'istiana.

No,

ti

o lo confesara jamás : el crimen se comete, no se predica.

Por el co:1trario, l<n·antará la voz,

y

tan alto

y

1nas,

que cuHndo

sostiene sus

pretensione~;

dirá que sus enemigos la calumnian; que

padece por

Ca!_lS<l.

de

1<1

R el i.gion;

y

que por ódio á Jesucristo

s e

ha –

Lla asi

contr~1

ella: este arbitrio es el estremo, el sublime de sus

frau des pindosos.

..

Cllanclo

se

refiere

Ue

antignos filósofos,

que

teniendo mejor

idea de D ivs q ue sus conciudadanos, decian sin embargo, q ue de–

bía respeta rse· la R e!Ígion del pai,,

y

dnban ellos mismos el ejem–

plo, no sacrificaban su concienci.:1 al error, sino que prestaban un

homeuoj e de respeto

la opin ion

y

á

la lei, que estableciera una

Religion del EstadO. No crau inconsec uentes

á

sus

princip~o~;

ni

vac ilab:m snS couvi cciones, cuandu en su presencia se ofrecw ..n sa–

cri fi eios el Jos mentidos Di

ose~;

pues no era obligacion suya arre–

batar la vÍctima,

y

derribar el ído:o,

ú

que se daba culto. No po–

co hacian connmicando sus doctrinas

á

un corto número de discí–

pulos, q ue las comnui caríall el otros igualmente, hablando

á

los

pueblos en el idioma de su R eligion, para que sus 1ropias

cr~n­

cias,

y

práct icas ritun..:cs, s irvier<l n

á

la.. moral idad de las

accion~s,

y

al arreglo de la sociedad;

y

dejanclo

á

otros filósofos que adelan–

t á ran su obra,

y

dieran esperanza

ri

mE-jores

idc~~s

en tiempo opor –

tuno, T al conrlucta era laudable, por ser bienhechora,

y

despren–

dida,

y

tenia derechos al agradecimiento, mui léj os de merecer cen·

sura.

No así la Curia Romana en su proced imiento. El filósofo cree

la verdad que ocult:1; calla, sufre,

y

no miente;

y

cuando habla a.l