XVII
rodean la Silla del bienav.onturado Pedro; y si no pueden s•r a pós–
toles, llenen siquiera el papel que repressntan. Los que quier an po–
der, dominen al 1nundo por
la
vir~ud;
los
que riqueza,
a'cumulen
aquellos tesoros que nauie podrá arrebatarles;
y
los que gloria,
p-rocúren:,e esa
g loria
inmarcesible
é
imperecedera, que es fruto
natural ,
y
recompensa eterna de las buenas acciones.
Desconocedores son de su propio ioterés, los que teniendo en
sus manos los
el emen~os
del órden
y
del bien, no han sabido ma–
nejarlos segun conviniera: porque quienes se hartan en larga pose –
.sion
de
diriji r el sentimiento relijioso, pueden setvir
á
la humani –
dad como,
ninguno,
y hacer brotar en los corazones todas las virtu–
des que han menester las sociedades. La humanidad se halla ac–
tualmente en estauo de crísis, porque los pueblos luchan contra el
absolutismo del poder,
y
la razoc contra
la
tiranía del magisterio,
que tiene pretension
ft
la infalibilidad sin restricciones. Siglos de
esperiencia han dado documentos importantes, que grabados pro–
fundamente, ensayan el modo de hacerse prácticos, como si dije–
ramos, buscan saliua en el caos de la actualiuad. Hai quienes pu–
dieran evitar
la
lucha, ó dism inuir notablemente sus estragos,
usan–
do de
moderacion; restituyendo derechos ajenos, que serían agra–
decidos, como
si
fueran gracias espontáneamente concedidas; reb:t–
jando con prudencia, aunque incesantemente, una parte de las pre–
tensiones, lo que haría que gozá ran sin escándalo de las otras por
mas tiempo; y moderando el impulso que lleva la marcha del bien,
para que no fuese tan de corrida. ·Pero no lo quieren, porque creen
tener derechos propios .contra la razon, contra la humanidad, con–
tna la verdad, y ciegos combaten contra todos. Perdeos pues; los
pueblos
se
abrirán camino, se
salvarán.
~
¡Qué vergüenza para la R eligion, y pam la Iglesia, y para su
ministerio, que aquellos mismos que tienen en sus
manos la
auto–
r idad,
y
hacen alarde de tenerla, sean los mas nece>itados de lec–
ciones! ¡Qué encargados de conservar en su pureza el depósi to sa–
grado, sean los que mas angustien á los fi eles sinceros,
y
los que
dén mas motivos de nwrmuracion á los estraños! ¡Qué para con–
vencerlos y convertirlos, haya necesidad de pred icarl es esas mis–
mas verdades, que enseñaron J esucristo y sus Apóstoles, para de–
sengañar al mundo, y convertirlo! No importa: sin ellos rejenw ará
á
este mundo-
otra vt:;.z el
cristianismo, tan puro como salió de
9
las
manos de su autor, tan poderosamente bienhechor, como lo fué en–
tónces,
y
tan amigo
ahora
como entónces del
género humano–
Religion de amor y de fraternidad. Basta pues, digamoslo de nue–
vo, basta de ignominia al Evangelio, de escándalo
á
la Iglesia,
y
de
burla al género humano. Tiempo es ya de poner la mano, y levan–
t:tr la voz.
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