XIV .
pueblo ·en su lengua:je, es.para ser comprcn<.lido,
y
hhcer1e un ser–
vicio: la Curia habla el itlioma de la Heligión, par" sa¡:ar ella el
provech? ;
y
cubre con sagrado manto las máximaS Suyas, q ue son
de interés: disfraza
y
oculta la mentira. El fil ósofo temporiza con
su siglo,
y
acata.
á
los hombres, aunque
y
erren, sin perjuicio de ele–
varlos á la contemplacion de
1ft
verdad:
1:>
Curia solo mira por sí,
y
le vá
á
la mano al que piensa, para que no salga del nivel,
y
le so–
frena el pensamiento. El fil ósofo modera su ,conducta por sus prin–
cipios propios, cuando no le
tiraniz~
]a opinion: la Curia tienta
á
los ministros del culto,
á
que d esmientan su mision divina, 'y la
traicionen, predicando desprendimiento Uc 1as cosas terrenas,
y
sin
embargo acumulándolas, aunque escandalizando al pueblo. La
He~
ligion es un objeto secundario en las intenciones
d~
la
Curia;
y
un
1nedio
poderoso de
obrar,
á
'fin de conseguir sus miras. Se burla
d e la scncille7. de los hombres sinceramente cristianos; pero se va–
l~
de ellos, porque le son necesa1ios, absolutamente necesarios,
pa~
raque ellos formen el prospecto religioso, que sirva de
son~bra
á
!os planes q ue ella abriga' y fragua. en sus adentros. Promoverá de
..:uaudo en cuando, 6 con 'repeticion , si las circunstancias lo pic.lie–
r~n,
promoverá fi estas,
y
jubileos,
y
canonizaciones,
y
espedirá
bu–
L}S
dogmáticaS, para poner en movimiento el orbe cristiano,
y
aprovechándose de su candorosa devocion, imprimir en los án imos,
y
romo incrustar en ell os máximas curiales al iado de verdades
ci
-isti:l.nas. O id C uria R omana: vuestra R e1igion ho santifica; vues-
tro cri!o':tianismo no inspira.
·
¡Y se enoja otra vez
h
C uria, cuando esto se le dice,
y
se dá.
p or calumniada,
y
alza los ojos,
y
llora
á
la faz de los pueblos, pa- ·
ra traerlos
á
su parte! D ebiera mas bien desvanecer uno pOr uno
l~s
C-argos que se le hacen,
y
manifestar que sus teglas
y
conducta
c~tán
en armonía con las reglas
y
ej emplos del Evangelio; porque
l¿s lamentos
y
las lágrimas excitan sin duda la compasion, pero
j ~más
tuvieron
~a
virtud de convenCer, ni Oe dej ar con aire
y
ho.
nor al compadecido. D ebiera poner á. la luz pú bl ica ]a injusticia de
ar¡uello• á "q11ienes llama injustos, la calumnia de los que califica de
C~llumniadores,
la ninguna razon que tienen para argüirle,
y
la so·
b!ai(::t suya para. desmentirlos
y
avergonzad o~.
P ero nada mas hace,
voi(a1pos
á
decirlo, que lamentarse,
y
llorar
y
maldecir; como si
s~mejante
defensa fu era justificacion,
y
no mas bien un nuevo
aten–
t~do,
un nuevo insulto, uha nueva impudc,ncia. Sin
em~argo,
así
ha tri unfado.
.
PcrÓ es indispensable dar
ú.
conocer la ignominia de su triun-
fo,
y
responder ál texto de sus lamentaciones
y
anatemas con el
c\}adro de su,historia, fielmente
rcprcs~ntada
en sus
propi~s
docn–
mentos. E s mc•iest er afrontarle, que prerl\catlora de la
·obedie~ncia