tx.
y.
proÍongai la cadena de los sucesos
hum~nos.
Y si llega
á
oirse
un golpe fúerte, dado ¡)or un l¡razo audaz, que ha tenido ei arroj o
de interponerse entre -lo pasado y lo fu turo;
&
se suspende la mar .
·cha,
y
el género
humaho
se estaciona,
ó
por el contrari o, la a'pÜ.r:i
y
prec ipit··l,
y
aparece
el hombre
representante
de lo
qne
ha
~ido ,
y
de lo que será. Aparece Gregori'o VI I, digamos sin
m etá foras~
.Y
sus sucesores tiene)l ya
trazada la senda por don
ele nutrchará n.
D esde este momento todo se ha
catnbiado
C!n las naciones..
A11tcs seguían
ellaS
su curso natural : fácil era distinguir su
marcl1a,
sus negocios, sus relaciones,
y
en su frente se veia la. magestad, con
mas ó, ménos poder,
y
en esta '
ó
aquella ·forma. La I glesia de
S\1
:parte, caminaba tam bien por su
car.rera,
sal vos
lo~
inconveniehtes
de la proteccíon ,
y
conocia
s~s. negocios
propids,
aunque eq uivo –
cá ndnlos
á
veces, pero
del'itro
de su
esfera,
y
sin grandes
resulta–
dos. Mas cuando los P apas se presentaron á la vista de los pueblos,
con el nuevo y tremendo poder, con que
la
Cm.iarbmana los hubo
Jecorado, podemos decir, que no hubo
ya.
fgl esia
fl i
Estado,
sino
una confusa. mezcla de los dos, una nlleva creacion,
ó
una trasfor–
_mac:on del E sta,fo en la I glesia, y valiéndonos del lenguaje
do
B elar'mino, " los lteyes
y
los P ontífl ces, los clérigos y los legos.
no. compo nia.n dos R epúbl icas sino una sola, que es la Iglesia,
y
el
J efe de esta R epública era el Papa, pues lo temporal depende de
lo espiritual. "
.
Así deb ió· "suceder: porque,. si desde qne los Emperadores
protejieron
a
la Iglesia, d epend ieron de ell os Lls cosas eclesiásti–
cas, como lo
oirnos deci r
a
un
historiador;
los
P~pas
y
los chiS–
pos,
que
erah
hombres,
no podian
dejar de
poner
mal
ojo
á
esta
conducta, qne
ri.
fuerza
de
repetirse,
sería
caljficn.dade
'atentato-
·
ri:1,
é
iría formando un caudal de sufrimiento, que l1aria esplosion
de ir<>
ó
ele celo, carnbian<lo la faz de los ti em pos, y iland'o prinéi–
pio
J.
una nneva escena..
Ya.
en siglos antig uos se viel'on algunas
muestras de este celo, como ráfagas templadas
y
pasajeras, atln.
·
qne sie npre atí-evidas,
á
que daba ocasion la
debilida~_l
de los· _Prin–
cipes,
y
no porqne
fltenlll
obra ele un sistem:t, que
todavía
'no era
tiempo de organjzar. L a reaccion es una lei <.l e la natui·alezñ;
a
.que cst!tn suj etos los R eyes y los Pontlfices, y
:i
la que prestj}rán
todos ellos obed ient:ia en su oportunid -t<l. Hablaron
Y''
los Ponlifi–
.ces,
porque
les
llegó sn
voz;
y
con el ascend iente ele qu ien habl.a
á
nombre de Dios,
y
que seguro de cont.:1r con el respeto general,
·teni~
en sus manos las ri endas
p·1ra
manf'ja.r la eoncieftcia de los
'pueülos y d-'e sus reyes: tales son lns ventajas de la or)inion sobre
la fuerzrt.
·
Sin embat·go, hagamos justicia á los Emperadores: En los su–
.:~esos ·desagr~c).ablcs,
en q_ue pudieron tener
n1otivo
juSto dé
q ~eja
V
*~