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VI

ron en Cllllllacion

y

enemistad

y

odio,

para.

rindicarse

eJ

principado

co1no uua tiranía." El Obispo historiador que tales

cos~s

dijo, ob–

scn ·ó al mismo tiempo, que desde

entónces HJa simulacion

y

el frau–

de llegaron á su colmo; por donde el Señor oscm·eció en sn ira

á

la

hija de

ti

ion,

y

arrojó c.lel Ciclo la gloria de I srael. "

;\o hai remedio: cuando alguien se desv ia de la línea. trazada

en sn orígen,

y

hace rumbo aparte, en vano se empeña por conser–

varse

C'l\

el primer propósito;

y

en vano se ufana de haberlo conse–

guido. porque se engaña en cuanto se desvia. Si esta observacion

comprende toda clase de materias, es imponderable su sentido al

aplicar::,.c

á

la. institucion de J es11cristoi porque entónces son los de–

rechos

111as

sagrados, mas rigorosas las obligaciones, mas

criminal

la infnu:cion, mas

severo'

el castigo,

y

las consecuencias

son de una

t rascendencia incalculable. Mucho se ha celebrado la proteccion •

de los Césares á

la

R eligion cristiana; pero

á

la

h"

del Evangelio

y

de la fi losofía, debe mas bien considerarse como un don funesto ,

que de mil maneras complicó los nego.cios de la Iglesia

y

del. E sta–

do, en da,'ío del Estado

y

de la Iglesia,

y

cuyos resultados se sienten

todavía. Solo Dios, que tiene

á

su

vista los siglos como un dia ,

}Jtlede conocer la 1nuchedumbre de combinaciones

qLre

l1a tenido un

nwl

principio,

cuando se

hubo introducido como elemento exótico

C'n la constitucion de las sociedades humanas. Nosotros, pobres

hombres, regidos en muchas partes por reglas inciertas, sentimos

los e,feutos sin conocer las causas,

y

apénas podemos adiviryar algu–

nos de los daí'

í.os

ocasionados, como de las en fermedades endémi–

cas,

y

heredit:trias,

q.ue

hacen estrago por siglos

y

generaciones.

P lujiera

á

J esucristo, que Constantino janiás se hubiese de–

clarado

protector

del

cristianismo;

y

que nada mas

hubiera. hecho,

que

publicar

su decreto de l\1ilan, donde declaró, que

cada uno

dcbia

perrnitírsele el ej ercicio de la R eligion, que le inspirase su

conciencia." Entónces,

la

Iglesia entregada á sí n; isma ...... ... no;

sosteni da por

el

brazo del Salvador del mundo,

ó

como si dijéra–

mos, por stt propia virtud, por la virtud de la verdad,

hubiera

se–

g uido

su primera marcha, silenciosa,

y

retirada,

y

sin

pom¡:-a,

tni–

bajando l>t santificacion de las almas, atr"yendóá las gentes,

y

á

los

propios Césares,

y

morali zándo

á

todos,

y

preparándolos para me–

jor vida. Por desgracia, la obra de Dios había ele ser ejecutada por

hombres, espuestos unos

á

sufrir equi vocaciones, aunque animados

de buen celo

1

y

á

seguir otros el curso de tristeS· pasiones. E ntraba

todo ello en los inescudriñables á rcanos de la Providencia, que ha

11Crmi tido desórdenes, cismas

y

otros males

y

errores en la Iglesia.

U

no ele los fun estos resultados que acarréó la proteccion

á

los

mini stros del santuario, fué la frecuencia de estos al palacio, de don·

tlc se

lc's huiJ.o tlc ahuyentar :1.\guna ver. por sus

import.unidadcs.