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l er en los matrimonios de los prínc ipes,
y
d ejemo; á
la
Cu –
r ia cuantos casos quiera, en recomendacion del influj o d e
los papas en esta materia; pero pondremos
á
la considera–
cion de nuestros lectores los sucesos siguientes.
D.
Alon–
so, rei de Leou, se ha llaba casado con Da. Teresa, hija del
rei de Portuga l,
y
tenian ya tres hijos: el Papa Celes tino
lH
les mand ó que se se parasen por ser parientes, y obedecie–
ron.
D.
A lonso se casó con Da. Berenguela, hija del rei
de Castilla, cuyo matrimonio se mira ba corno el sello de la
conco rdia en tre los reyes, y que segun las palabras de 1\fa–
riana, " henchia los án imos d e esperanza y alegria, por la
alianza entre príncipes comarcanos." ' Pero el Papa Ino–
cencia
III
les intimó separacion, por causa d e parent<!sco
e n tercer grado con segund o.
Los dos esposos se amaban
·tiernamente, tenian hij os, y en caso d e separacion, h a bia
q ue ,res tituir las ciud a des y fortal ezas, que· llevára en dote
la princesa cas tellana. - E l Cardenal L egado repetia sus
conminaciones; puso en entreclich.o el reino de Leon;
y
eJ.
Papa excomulgó por fin a l príncipe, quien tuvo que sepa–
rarse de su esposa.
¿Consultaba lnoccncio
y
conservaba
la
san tid ad d el matrimonio, al mand ar la separacion de estos
esposos?
Y
si é l creia perten ecerle la dispensa de los im–
pedimentos, ¿no estaba en su man o conced erla en este caso,
á favor de la p az y la concord ia?
Choca mas este procedi –
miento, cua ndo segun la observacion de C ristiano Lupa ,
fué Inocencia
TII
quien despues de A lej andro
III,
ensanchó
el cami!fo de las dispe nsas
p 1·evias
a l ma trimonio.
L uis X II, rei d e Fra nci a, habia vivido veinte años con
su esposa Juana d e Valois, y d esea ndo casarse con la viuda
de Carlos
VIII,
a legó que su matrimonio con Juana fué
ob1·a de la fu erza, y que no pasó de ra to.
E l Papa Alej an–
dro V I nombró tres comisionados, que d espues de un exá–
men jurídico, pronun ciaron sentencia de divo rcio;
y
desde
-enlónces, el Ca n.!enal Cesar Borja d ej ó el capelo, para ser
llamado en adelante el duque (le Va lentinoi s en Francia.
B as te n estos ej emplos.
Ta n
lejos estaba d e que la intervencion de los papas
co nservase siempre la sa ntidad de l matrimonio, y reprimie–
se la
in continencia de los soberanos, que ¡nas bien daba
márj en á los d esó rd enes en otras ocasiones, sobre lo cual
rPpetircmos lo di cho en otra parte-"es tos grados prohibi-