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honor del eva.njelio y de la Ig lesia, empeñémonos en dar

á

conoce1· las máximas y los medios que emplea la Curia Ro·· .

n1ana para

!)osrener

sus pt·etcnsiones.

MAX l MAS.

Q.

Dw·

ll/UI

idea exorbitante

e

iutolerable del Papa.

En vista de las monstruosas espresiones con que los cu–

rialistas en salzan la a utoridad del R omano Pontífice, nos

ha venido alguna

ve~

al pensamiento, c.¡ue había necesidad

. de sen ta r y p'robar esta proposicion-el

Papa

no es Dios .

Por respeto

á

Dios hemos desechado tan indigna ocurren–

cia; pero la pretension de la Curia quedará bien desacredi–

tada, leyendo alg unas de las infinitas estravagancias

y

blas–

femias, con que ella ha degradado la dignidad del sucesor

de San Pedro,

á

fuerza de encumbra rla hasta el despropó·

; ito y la ridiculez. Q uien quiera engolfa rse en este

ma-re

magnum

de la Curia, puede rejistrar

á

los decr etalistas, y

demas escritores, de oficio ocupados en apurar esta materia,

y hacer c¡ue aparezca el Papa como un Dio sobre la tierra.

De. nuestra parte nos limitarémos

á

toma r cle11ndice ó

compendio de las decisiones de la Rota roma na las propo·

siciones siguientes-el Papa es casi Dio

en la tierra.–

Está coronado con tres coronas, como rei del cielo, de la

tierra y de los infiernos.-Todo lo que h"ce, es como si sa·

liera de la boca de Dios.-El Papa no es puro hombre sino

cllsi Dios.-Su tribunal es uno mismo con el ele Dios.-El·

Papa puede todo lo que Dios puede.-Es todo y está so–

bre todo ,

y

domina e n todas pa rtes.-Es mayor que

los án–

jeles

y

tiene potestad sobre ellos.-Si todo el mundo.

r~n­

sára en algun negocio contra el Papa, mas bien parece que

había de estarse

á

la opinion tlel Papa, c¡ue

á

la d e todo el

mundo.-El Papa es Señor de los Señores y Rei de los Re–

yes.- Puede modificar, declal'Hr é interpretar las leyes di–

vinas.- ingun moi·tal puede espresnr ni aun imajinar

la

sublimidad

y

eminmcia del Papa.

En las desmesuradas exaj eraciones de la Curia no ha

f.lOdido dejar de aparecer el ridículo, como triste apéndice

de n uestra pobre intelijencia, cuando sale de los límites ra ·

cionale~,

J

sirva de Pjemplo el siguiente opotegma·-1'1

Pa-