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-Q8Q-

tTecia en el siglo XII un escritor muí adicto

á

Gregario VII.

A l hablar de la corrupcion que había en la Iglesia, adver·

tia

á

la Cmia, que echase los ojos sobre sí, y no se confun–

diese con la I glesia: se tenia á mal; q ue entonces se llamase

• CURI A ROMANA,

foque antes se llamaba

IGLES IA ROMAKA;

y no dud a ba decir, que "si se rejistraban los antiguos escri–

tos de los Romanos Pontífices, no se encontraría, que se

aplicase el nombre de Curia

á

la Iglesia Romana·" Véase

pues, como no herej es, ni cismáticos, sino domésticos escri–

tores de la Cmia Roma na confundían

á

esta con la Iglesia

Romana.

·k

Etufjera?· el principio de autoridad,

!/

rtúatir

y

desacre·

ditm·

{~

lrt

?'CIZ011.

Triste y vergonzosa ocupaciones la de empeñarse sé res

dotados de razon en apocarla y vilipendiarla y oprimirla.

Gran interes deben tener, pues

á

sí propios se degradan y

vilipendian. Pero lo han visto muchas veces nuestros lec–

tores, y que la suma de las pretensiones de la Curia Ro–

mana es, que el Papa pie nse por el jénero humano. Recuer–

den las palabras de Alejandro Vll-"toclos los hombres, y

principalmente los literatos, deben adherir de una manera.

inmoble sus pensamientos y consejos

á

las dete rminaciones

a postólicas, cua lesquiera que sean; y refrenar y cautivar la

vaga licencia del injenio humano, obedeciendo en tod o y de

L1

manera mas a bsoluta,

á

lo que procede del Romano Pon–

tífice." Así trat¡, la Curia á la razon humana,

á

la que hace

alarde de haber

encadenado

por la fé. No: la

no enca–

dena

á

la razon, sino que la hace suya, porque ella misma se

ha convencido de que debe serlo. El hombre que se some–

te á la fé , ó entra '!1 seno de la Iglesia cristiana, no es un

prisionero de gueri-a que viene ¡\tado al carro del vencedor

para dar pompa

á

su triunfo; es un bijo de J esucristo q ue

le quita las cadenas del pecado.

Pero si la razon se somete á la

fé,

desde que está con–

ve ncida de que Dios ha hablado, aunqne no Clomprenda lo

cree; no hai derecho para exijir, qu e se tenga por dogmáti–

ca ó revelada una doctrina inl'entada en los siglos posterio–

res, en que Dios dej ó de hab lar, y que no hubo creido la

I glesia en su principio. Lo contrario seria sostitui r la pa-