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-;z85-

la esposa, ni mirar con fa stidioso ceño los placer es inocen–

.tes el e

la

vida. Pelig1·o corre el 'nnor

la justicia

y

ot ra~

virtud es, cuand o se les es trecha con prácticas, qu e con el

tiempo pudieran hacerse od iosas; <le dond e resulta mucha s

veces, que eqRivocáncl olas,

la

re pugna ncia

á

un a

acompañ a.

la re pug nancia á

la otra, se ob ra contra la conciencia,

y

. queda a bierto el camino

á

la corrupcion.

A lgunos lectores pueden record ar Pjemplos de es posas,

que d ej an sus fami lias pa ra ir á ganar el jubileo, ó pasar

homs en las ig lesias rezando;

y

d e bij as de fam ilia, que hen·

c hid as del espíritu de sus confesores, contradicen

á

las ma–

<lres, se resisten á .sus órdenes,

y

exo rtaciones,

y

dicen con

'll'l'ogancia-yo no recibo con sejos si no ele

'aquel,

se ña lando

el retrato el e su padre espi¡-itual. E l cristianismo no inspira

sentimientos de esta clase, ni que se abandonen los deberes

n:1turales por los facticios el e un hombre que dirij e las con·

ciencias.

Las máximas cristianas son creadoras ele buen espíritu

y

d e buenas acciones; pero

á

su lado se predican otras exaje–

radas, que aplicánd ose á ritos

y

p rác ticas usua les, llegan

á

fo rmar un hábito que las acaricia y prefiere, hasta sostituir–

las á las primeras, como si clijeramos, la certeza

y

las es te–

r ioridades

á

!ft

s usta ncia.

Por eso, hai ciertas ca sas d e

e ducacion, donde la juven tud se forma como en terrenos

inmune~.

ó fuer a d e la sociedad; donde una p ,u·te d e la en·

seihnza se dirij e por libros de la Curia;

y

donde el po!'l'e–

nir d e las naciones

y

de sus gobier nos no e ncuentra la g a·

rantía que han meneste l' para su prosperidad y·gloria. Pot·

eso tambien, las casas de

qje•·cicios cspit·ituates,

las

misio–

"es,

que se proclaman como escuela· d e mcr alidad,

y

de re–

forma.

P e ro los medios de moralidad, digamos nosotros,

deben ser

co11sta11tes,

y no depender de accide ntes; d eben

estar en todas partes,

y

á

la mano de los p árrocos: a lb o–

rotar á ·las j entes no es morali zarlas.

8.

D esaprobar los sentimientos /umwnos,

y

reprimirlos

y contradecidos.

Nada dircmo;;, de que no haya constancia en las diserta–

ciones. Hacer cruel á una ti e rna doncella, á vi sta d e las

lág rimas de sus pad reS

1

para

en tra1·

ú

un monasteri o; enca–

denarla ahí, ann'lue d esesperad a, diciénd ole

á

nombre d e