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la. República cristian a, destruir la disciplina evangélica, mez-
, ciar lo sumo con lo ínfimo,
y
trastornarlo tod o. D escubier–
ta está la fábula de las fa lsas decretales; pero no se han abo–
lido las nuevas decretalés, que han tenido su o1·íjen en esas
adu lterinas,
y
que respecto de casi todo el gobierno de la
Iglesia, descansan sobre las decretales del falso Isidoro, co–
¡no en
5U
base principal.''
Acabemos repitiendo-la Curia R omana es de Isidoro
en el fondo de su corazon: ella ha menester sus decretales;
pero la obra de J esucl'Ísto no necesita fraudes para conser–
\·arse.
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